El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) fue fundado en el año 1973. Su origen está ligado al rechazo del clientelismo, el populismo y el individualismo que el profesor Juan Bosch criticaba del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Esta entidad política nación con el objetivo de ser «una organización que tuviera como objetivo completar la obra de nuestro Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte,: lograr una patria libre, soberana e independiente, en la cual impere la justicia social y el respeto a la dignidad humana».
Años después, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el partido morado es la organización política de mayor éxito electoral en las últimas dos decenas de años.
Este partido ha controlado el Congreso Nacional, los principales ayuntamientos o alcaldías, el Poder Judicial y ha conquistado y reconquistado la Presidencia de la República.
Sin embargo, actualmente nos vemos envueltos en el cambalache del día a día y de la politiquería dominicana.
Ante este panorama, como joven militante activo y decidido a llevar las mejores causas de lo que, entiendo, es el mejor instrumento que tiene mi país para salir de la desigualdad social, la miseria y lograr contar con un Estado garante de derecho para todos, recurro a la autocrítica, esa que antes, me cuentan los que estuvieron en el PLD del profesor, líder y guía Juan Bosch, permitía mejorar aquellas cosas que estaban mal, continuar las buenas prácticas y proyectar iniciativas novedosas, como los toques de banderas en las calles.
No dudo que el PLD en las elecciones del 2016 obtendrá nuevamente la Presidencia de la República. Aseguraremos los 31 senadores nuestros y el control de la matrícula de los diputados. También obtendremos los principales cabildos, sin importar cuál o quién sea el candidato. Sólo necesitará llevar la estrella amarrilla, el color morado y estar de la mano en boleta con el presidente Danilo Medina y la popularidad de este último garantizará el triunfo universal en todas nuestras candidaturas.
No obstante, nuestra capacidad como organización, que deja entrever su carácter humano en nuestra sed para buscar, tener y retener el poder, hace que en su búsqueda impongamos nuestras voluntades a nuestras circunstancias. Cuando esas «circunstancias” involucran a nuestro prójimo, ciudadano o compañero de organización, entonces aparece la ambición, esa que corrompe y atenta contra el porqué estamos o iniciamos en la carrera política hasta el punto que es capaz de cambiar nuestra óptica, principios y pasos.
Nuevamente retendremos el poder en los comicios del 2016 pero, ¿ bajo qué condiciones llegaremos? ¿ cumpliremos con el objetivo de nuestra fundación del 1973, la de completar la obra de Juan Pablo Duarte: lograr una patria libre, soberana e independiente, en la cual imperen la justicia social y el respeto a la dignidad humana?
Cuando baje el telón de la vida y los años comiencen a pesar, ¿ tendremos el valor de mantener nuestra frente en alto?
Apelo a mis compañeros de partido para que al presentar sus candidaturas, no importe las que sean, se pregunten : ¿Candidato para qué? ¿poder para que? y que de esa reflexión emane otra: al término de la gestión, ¿Podremos salir con la frente en alto y decir como el expresidente de Uruguay, Pepe Mojica: «¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? Que vivo con poca cosa, una casa simple, que ando en un autito viejo, esas son las novedades? Entonces este mundo está loco …