PLD: preservemos ese legado

PLD: preservemos ese legado

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Si en relación a la aplicación del programa de formación política del PLD, afirmamos en el artículo anterior que “una alejandrina no hace verano”, pretendíamos destacar el hecho de que no bastan el entusiasmo, lo oportuno y la calidad de los planes de educación política, así como lo novedoso e innovador de su metodología; que para que tenga el impacto esperado y necesario, es imprescindible que sea asumido en sus aspectos globales y particulares por las altas instancias del partido (Comité Político, Comité Central, la Presidencia y la Secretaría General ), que no sólo lo aprueben y formen parte de las actividades y cruzadas que se realicen en esa dirección, sino que generen, asimismo, las estrategias que vuelvan a consolidar en la vida partidaria la cultura de educación permanente.
Lo que explica, por ejemplo, el éxito del Plan Nacional de Alfabetización Quisqueya Aprende Contigo, desarrollado por la administración que encabeza el presidente Danilo Medina Sánchez, es que responde a una política de Estado y de Gobierno, y ha estado dirigido y puesto en práctica por esos estamentos oficiales, con la participación de los más amplios y diversos sectores de la vida nacional. El propio presidente de la República participa en sus actos más emblemáticos.
Aunque el Ministerio de Educación venía aplicándolo, a través de su dirección general de Adultos, no lograba impactar. Incluso, técnicos cubanos, de reconocido éxito en su campaña de alfabetización de 1960 y 1962, asesoraron varios programas nacionales. Sólo logró convertirse en cruzada impresionante, cuando la Presidencia de la República asumió y dirige desde 2013, proyectos especiales, pero realizados por las estructuras correspondientes de ese Ministerio. Hasta el punto de que no solo se han sumado las buenas prácticas de las experiencias de otros países, sino que se ha enriquecido al sumar la escolarización flexible y la integración del emprendedurismo y sus detonantes.
En lo referido a la relación partido-gobierno-sociedad, no siempre se transfieren las mejores prácticas. La experiencia en la gestión gubernativa ha debido ser mejor aprovechada en la operatividad de los partidos, para su modernización, más allá de ser maquinarias que generan triunfos electorales. Hasta donde sabemos, ningún partido nacional cuenta con un plan estratégico funcional, y en la administración pública hasta las Direcciones de Parques y de la Aguja cuentan con sus estrategias. Instituciones como las iglesias, el sector empresarial, las ONG, las militares y universidades, han superado a los partidos en ese ámbito.
Para que cumpla a cabalidad el rol para el que fue fundado, el partido necesita de mayor atención, que sea cuidado como la niña de los ojos, tal como proclamara Juan Bosch. Urge que una cuota de altos dirigentes pueda dedicar toda o la mayor parte de su tiempo al trabajo partidario, con una dedicación profesional en apoyo a la organización. Así, la Presidencia del partido y la Secretaría General deberían contar con una estructura técnico-política de asistencia permanente, a fin de que se puedan satisfacer en la cotidianidad las inquietudes y necesidades partidarias no satisfechas en las instancias regulares. Esta fórmula se repetiría en las direcciones regionales y provincias.
Se entiende el envolvente y estimulante proceso de dirigir o ser integrante con responsabilidades en la conducción de áreas de la administración pública, sobre todo si se realiza con pasión y transparencia. Pero la existencia del partido es fundamental como fuerza histórica y con conciencia clara del rol que le toca jugar en este momento único del Caribe, América Latina y la humanidad: él es la zapata, la estructura sobre la cual está llamada a sustentarse toda la acción transformadora en marcha de la sociedad dominicana.
Es el gran desafío. La maquinaria político-ideológica es la reserva del partido. Han sido, son y seguirán siendo trascendentales los cambios dirigidos por los gobiernos del PLD. Además de los Congresos y fechas emblemáticas, y de una Casa Nacional tan impresionante como cualquier palacio, expresión de una clara visión de poder y Estado, hay que impulsar que el ejercicio político sea cada vez más digno, sin que áreas sensibles de la sociedad y del activismo social se degraden.
Así lo sintetiza Rafael Grullón en su libro PLD Post Bosch: los nuevos paradigmas:
“La mayoría de los peledeístas siguen creyendo que las ideas de Juan Bosch dependen de nosotros para estar vigentes. Y es todo lo contrario, los peledeístas somos los que debemos cuidarnos de no apartarnos de esas ideas. Porque la sociedad las estudia y nos tomará en cuenta si somos fieles o no a ellas”.

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