El código campanario

El código campanario

–Señor Custodio, me da mucha alegría verle aquí; ¿A qué debo el honor de su visita? –Verá usted padre Servando: anteayer me visitó en el almacén un hombre llamado Partenio Rompert, de la empresa Fonfaco y Asociados. Parece estar ligado a las bancas de apuestas. Me habló en tono amenazante, mezclando advertencias veladas con ofertas amables, como si me diera a escoger entre ambas alternativas. Mencionó mi relación con usted y con el difunto contador público Arnulfo Zaphiro. Uno de sus socios está interesado en comprar la casa de la viuda de Arnulfo. Este sujeto piensa que usted y yo podemos ayudarle a cerrar la venta.

–Imagino lo que está detrás de esa maniobra. Le dije al entrar que me alegraba verle porque en la misa del domingo anuncié el estreno de nuestra campana de Bilbao. Usted y Edelmira, la viuda de Arnulfo, y Pirulo, el del taller de herrería, serán los primeros en repicar con ella. El barrio entero sentirá la presencia de sus vecinos organizados. Cuando concluyó la misa expliqué que tendríamos los toques para avisar a los moradores la urgencia de ciertas labores colectivas. Pero no les dije lo principal: algunos de nosotros, en esta parroquia, estaremos enterados de un Código Campanario Secreto.

–¿Código Campanario? ¿Qué es eso? –Custodio, tenemos que adoptar alguna estrategia de defensa frente a los delincuentes. –Es un problema –presente en todas las ciudades hoy– que mucha gente bien intencionada no toma en cuenta. Por eso quise conseguir una campana cuyo tañido se escuchara en veinte cuadras a la redonda. Hay un teólogo brasileño empreñado en conectar la conservación de la naturaleza con la moral individual; es un hombre bueno; sin embargo, sus pensamientos únicamente pueden apreciarlos las personas muy cultas.

El quehacer pastoral es muy distinto del trabajo doctrinario. Tu almacén es parte del barrio; lo mismo que la casa de Arnulfo y esta iglesia, donde, felizmente, acuden más ayudadores que dañadores. Todo lo que hacemos es local y personal; no puede ser “ecuménico”, abstracto, como pregona un teólogo suizo. En las empresas hay encargados de personal; nosotros sólo podemos coser simples remiendos sobre las personas. Defenderemos tu almacén. El próximo domingo les diré cómo lo haremos.

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