Naufragar emparejados

Naufragar emparejados

Las autoridades militares norteamericanas estiman que en Haití no hay seguridad para sus tropas. Un general del ejército de los EUA declaró a la prensa que los soldados destacados en Haití no podían “realizar labores humanitarias” con eficiencia; que perdían disciplina y corrían el riesgo de ser corrompidos por un ambiente turbio, cargado de violencia. Los peligros a los que estaban expuestos esos soldados no eran solamente físicos. Disciplina, eficiencia, moralidad, también entraban en juego. No es necesario explicar que cuando no hay seguridad para los militares no puede haberla para los civiles. Los funcionarios de diversas ONG que operan en Haití tampoco tienen seguridad. Ni para sus vidas ni para sus bienes.

En la República Dominicana, a pesar de que es visible un incremento de la criminalidad, hay más orden que en Haití. Pero crece el número de secuestros, de asaltos, robos, desfalcos. Nuestra situación podría empeorar. Las compañías de seguros tendrán que aumentar las primas para seguros de automóviles. Los carros robados en RD son trasladados a Haití. Allí quedan fuera del posible control de nuestra policía. Los vehículos son desguazados en Haití y vendidos por piezas. Las compañías de seguros deben pagar “la pérdida total”. Los teléfonos celulares funcionan desde Haití como si se tratara de cualquier territorio dominicano. Un delincuente podría “regatear” con un secuestrado con relativa impunidad. La tecnología, en este caso, facilita el delito.

Se ha dicho y repetido que Haití es hoy un narco-Estado. Las bandas armadas circulan a sus anchas sin contención alguna. Atropellos y crímenes contra periodistas y políticos suelen quedar sin sanción. Se sabe que centenares de colombianos residentes en Haití viajan con frecuencia a la República Dominicana. Entran y salen con poco o ningún control.

El incipiente desarrollo económico alcanzado por la RD está hoy doblemente amenazado: por nuestros propios problemas internos; y por el deterioro general de la economía y la sociedad haitianas. Los dos países son “vasos comunicantes”: para el comercio ilícito de mercancías, armas, drogas y emigrantes. Es obvio que podrían naufragar juntos. Todo depende de lo que hagan nuestros dirigentes y la comunidad internacional. (Las palabras que anteceden aparecen en mi libro Pecho y espalda, publicado en mayo del 2003).

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