¡Pobre Cibao!

¡Pobre Cibao!

AMPARO CHANTADA
Un viaje para el Cibao en estos días de Navidad le quita a cualquiera el deseo de festejar; quizás, por eso, son pocos los viajeros y prefieren quedarse en la capital, dando la sensación que la Capital goza en un mar de inconciencia e indiferencia frente a un país destruido Norte y Sur.    

Desde la salida de Santo Domingo, lenta y caótica, por la ineficiencia de todas las circunvalaciones, elevados, túneles y desviaciones, hasta Pedro Brand, el mundo de la Capital es sinónimo de camiones, tanqueros, bocinas, humo y calor con pobres peatones que intentan cruzar calles en medio de los limpia-vidrios, vendedores de helados, de celulares, de banderitas Licey, Águilas, etc.

Uno empieza a respirar el Cibao cuando pasando el letrero que dice «bienvenido a Pedro Brand» la carretera se abre paso en medio de una naturaleza verde y calurosa. De ahí en adelante, camino «pal» Cibao es el verdor de montañas bien forestadas, vulneradas por letreros avasallantes de candidatos, de cervezas, de refrescos; en fin, el viajero puede «comerse» la carretera que lo aleja de una capital cada vez más aterradora.

Pero la alegría no dura mucho; el Cibao está lastimado, castigo de todos lados: por la naturaleza que mandó dos tormentas seguidas de lluvias torrenciales que transformaron todos sus ríos en extraordinarias venas abiertas que lacerando los flancos de la Cordillera se abren paso en los llanos para expandirse en verdaderos brazos de mar. Majestuosos son todos esos arroyitos que hoy vemos turbulentos y cargados, tienen todos unos colores marrones, muestra de sus furiosas fuerzas, de ese caudal impresionante que deposita piedras y pedazos de esa loma, en todo su curso. No hay un lugar seco, todo es humedad, agua, lodo, tierra grasa sembrada por manos laboriosas, hoy en apuros. Se respira la desolación, se expande la pobreza como las aguas de los ríos, se destapa sin pudor, como la naturaleza.

Pero pensándolo bien, la naturaleza es bella, más en furia; es impresionante, deja el viajero mudo, sorprendido por la magnitud, la amplitud, las alturas alcanzadas, por el poder destructor o diríamos revelador de todos sus elementos.

Porqué digo «revelador»: porque la naturaleza nos revela nuestra propia naturaleza, la humana: casuchas de lata, de zinc, de palos, de maderos, colchones viejos y secando, sabanas, toallas, vestimenta de todo tipo, zapatos guindando o secando es lo mismo, todo absolutamente todo, nos enseñan esos pueblos, tratando de recuperar lo poco, lo muy poquito que tienen. La naturaleza nos revela que no han valido gobiernos, de los tres colores de los partidos más grandes de la República, no han valido los grado a grado, no han servido para nada las propagandas «gobierno trabajando», la mentirosa publicidad, todo absolutamente todo, se derrumbó: carreteras salpicadas de hoyos, asfalto esparzo y destruido, puentes en suspensión, en peligro de derrumbarse, diques quebrados, muros rotos, casas en pedazos, como si no quedara nada de 50 años de democracia y de despilfarros vergonzosos.

El Cibao está destruido, inundado y todo eso, por falta de amor, por falta de capacidad de la clase dirigente, por haber «montado en el tren gubernamental» políticos sin formación humana, sin ejercicio profesional, políticos que no miran el país, ni antes ni después el paso de la tormenta. Ni saben avisar, ni saben prevenir, ni saben socorrer, además mienten para no evidenciar, mas, su criminal indiferencia, su asqueante incapacidad, sus torrentes de palabras huecas, insípidas y soporíficas.

El país está en crisis, como están en crisis los valores que patrocinan las funditas «e’ palante…» ¿que…» no hay respiro, no hay tregua a la politiquería frente a un Yaque del Norte que dejó su oligarquía subida en sus cerros a seco, y castigo a todos los humildes de Santiago asentados en sus peligrosas riberas, castigo los productores, castigo en hilera todos los pueblos hasta Montecristi y Manzanillo, donde terminó su recorrido devastador.

¿Devastador? Quién es el más devastador, ¿el Gobierno incapaz, despreocupado, indolente, insensible que tiene invierte RD$300 millones en una pradera insostenible, que tiene la osadía de seguir hablando de «perimetral millonaria» en la Capital, que no prevé incendios forestales pero da permiso a las granceras violadoras de cauces, que no sabe de previsión, de detección, que no invierte en la gente, o el Yaque del Norte que siempre irrigó, abonó, transportó y construyó, de par en par, ese bello Cibao! Definitivamente, el Yaque del Norte no tiene la culpa, ni en Bella Vista, hay que buscar los culpables en la otra ribera.

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