Pobre Lady Di

Pobre Lady Di

ÁNGELA PEÑA
Cualquiera hubiese pensado que la princesa Diana era como todas las reinas de los cuentos infantiles, una chica feliz porque casó con un príncipe y porque además aparentaba tenerlo todo: un palacio, lacayos, secretarios, mayordomos, carrozas, trajes preciosos, peluquera, maquillista, admiradores, bufones  y relacionadores públicos exclusivos, amén de dos hijos hermosos. Pero resulta que la princesa no tenía más amor que el de su pueblo porque, según la prensa, Carlos era frío en el sexo, nunca le pidió que hicieran el amor y apenas tenían relaciones sexuales de pura rutina una vez cada tres semanas. Antes de casarse era el novio más extraño: no la llamaba en semanas.

Es para sorprenderse pensando en lo raro que es ese príncipe de Gales que se comportaba de forma tan insólita frente a una chica que era un bizcocho, hermosa, delicada, tan joven que podía ser su hija. Lady Di se desahogó en unos videos grabados como parte del entrenamiento de voz a que se sometió y que serían difundidos por la NBC, según un reporte del Boletín Confidencial de Periodista Digital que se produce en España.

La bella Diana debió pasarse su escasa vida preguntándose cómo era posible que el inaudito príncipe la despreciara por Camila Parker Bowles, como también se pregunta el mundo, una dama desprovista de encantos aparentes y de más edad que Diana. De esto, dice el informe, se quejaba Diana a Isabel II en busca de ayuda ante la negativa de su esposo a renunciar a su amante. “No sé qué recomendarte que hagas. Carlos no tiene remedio”, contestaría la reina.

Las cintas les fueron confiscadas por la policía a un ex mayordomo de Diana, “pero tras una larga batalla legal un juez ordenó su devolución al actor Peter Settelen, el hombre que le dio las clases de voz” a su alteza.

No siempre sé es feliz cuando se tiene todo. No todas las mujeres nacieron para ser reinas. Sólo las que se deslumbran por la adulación popular, el poder, la influencia, el figureo, las apariencias y las riquezas materiales aguantan ese chucho. Ejercer ese papel necesita un entrenamiento intenso para poder hablar en público, caminar, comer, estar de pie, vestirse, sentarse y figurar en actos públicos. Debe someterse a los caprichos y reglas de la monarquía, medir sus declaraciones y controlar hasta la sonrisa al margen de caerle en gracia a los viejos y viejas soberanos de la corte. En el caso de Diana, también hubiese tenido que fingir felicidad junto al chocante Carlos causante de su insatisfacción, y llegar quizás a vieja sin saber de gusto.

Diana, la de la agitada vida que siempre se quejó del desamor del príncipe y que buscó llenar esa indiferencia sexual refugiando su amor hasta en sus escoltas, lo tuvo todo y no tenía lo que su corazón ansiaba: un amor. Cuando pareció encontrarlo murió trágicamente.

A veces, el más desvalido y menesteroso es más afortunado de cariño y adoración que muchos acaudalados ricachones que mueren de soledad. Ternura, amistad, comprensión,  afecto valen más que todo el oro, el poder, las coronas. La supuesta frialdad sexual de Carlos hacia la hermosa y esplendorosa Diana sigue siendo un misterio que muchos quisieran descifrar, habiendo sido ella una doncella joven, de singular belleza y presuntamente muy apasionada y sensual. Su comportamiento intriga, sobre todo, a unos abuelos explotados que se desviven por la carne tierna. El discreto hechizo de Camila, es también otro secreto que muchos desearían descubrir. Su truquito tendrá. El mundo está lleno de sorpresas.

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