¡Pobre Patria Mía!  (2)

¡Pobre Patria Mía!  (2)

Hubo un tiempo en que todos creían en mi palabra. Buscaba mi palabra. Iban al Palacio Nacional o Chapultepec y pedían mi palabra. Querían escuchar mi voz, mi voz que era promesa.  Era yo un ramillete de promesas. Era la promesa andante. Todos se iban contentos, habían hablado con el Presidente. Él arreglaría las cosas.

Hubo una vez que yo era Dios.

Y decía “hágase la luz”, y la luz se hacía.

Y decía “hágase el dolor” y el dolor se hacía

Y decía, “hágase la muerte” y la muerte cubría todo de rojo….

Hubo una vez que yo fui Dios, hace ya mucho tiempo…

 Pedro Ángel Palou, Pobre Patria Mía. La novela de Porfirio Díaz . [i]

Así, solo y desterrado acabó la vida del hombre poderoso que inició su vida política luchando contra los conservadores en 1858 en la Guerra de la Reforma y tras ascender a general en 1861, luchó contra la intervención francesa. El hombre valiente que participó en el asalto de Puebla; el que ocupó la Plaza de México el 21 de junio de 1867, y con su  liderazgo arrollador logró someter a sus enemigos sin derramar una gota de sangre.  Ese mismo hombre que dirigió una tropa de más de 25 soldados para recibir con todos los honores al presidente Juárez, habiéndole preparado el camino para su triunfal regreso. El mismo Porfirio Díaz que luego lo combatió con energía y el propio Juárez lo venció.

Mientras caminaba sin rumbo por París le llegaban noticias de México.  Pero él sólo vivía de los recuerdos.  Su desempeño militar al lado de los liberales, le hicieron merecedor de la candidatura a la presidencia por el Partido Progresista. Fue derrotado por su antiguo líder, Benito Juárez. En 1876 consiguió expulsar a Lerdo, el sucesor de Juárez, y pudo acceder a la Presidencia. Y ya para 1880 fue declarado por la Cámara como Presidente Constitucional. A partir de entonces se hizo dueño del poder,  y se creyó el dueño del país y de su gente.  Y, siguiendo las normas de los dictadores del positivismo que enarbolaban el orden y el Progreso, la modernidad llegó a México: 20,000 kilómetros de vías férreas; el correo y los telégrafos se extendieron por buena parte del territorio; se fundaron bancos; y la agricultura progresó en Yucatán, en Morelos y en La Laguna, gracias a las grandes producciones de caña de azúcar y algodón. México conoció bajo el porfiriato un crecimiento económico nunca visto.  Pero la libertad había sido secuestrada, y el descontento creció. Francisco Madero aprovechó esa circunstancia y alentó al pueblo a levantarse. En mayo de 1911, Porfirio Díaz se vio obligado a renunciar a la presidencia y salió del país rumbo a Francia, donde murió en 1915.

Soy el perdedor y el triunfador, el enfermo y el padre, el tirano y el jinete. Soy el que suspira. Soy una memoria adolorida que aúlla.  Soy el dolor que no cesa, la angustia que no termina…Estoy hecho de cientos de lágrimas de sangre y piedra….

La lectura de esta magnífica novela, narrada en primera persona, sobre la vida en el exilio del hombre fuerte de México y que dominó el escenario político por más de 40 años, me hizo pensar sobre el tema del poder, y muy especialmente del poder absoluto.     

La mayoría de los dictadores, por no decir todos, finalizan sus días odiados, desterrados  y olvidados.  Mientras leía las reflexiones del dictador cuando hablaba con tristeza de que las masas habían ido a destruir todo aquello que le  pertenecía, recordé a la muchedumbre dominicana que en 1961 hizo lo mismo cuando se produjo el tiranicidio con Trujillo.  Hitler, la mente humana más perversa que ha conocido la humanidad, tuvo que esconderse, como bestia salvaje, en el bunker rodeado sólo de sus más cercanos colaboradores.  Saddan Hussein, el hombre fuerte de Irak, fue encontrado en un pequeño túnel en la tierra, sucio, hambriento,  haraposo y temeroso. Augusto Pinochet, el líder de la milicia chilena que llevó a Chile por los caminos del crecimiento económico, ha sido objeto de juicios políticos en su país y el extranjero, acusado de crímenes de lesa humanidad, por sus asesinatos en masas.

¿Por qué estos hombres poderosos terminan así? Porque se sienten dioses, se sienten dueños, y piensan que la realidad se reduce al iris de sus ojos.  Porque olvidan que las masas son cambiantes. Porque olvidan que el poder envilece, y si es absoluto más todavía.  Porque se sienten dueños de las vidas de los otros y creen poder disponer de ellas a su antojo.  Porque olvidan que la vida no es estática y que las circunstancias cambian.  Porque mientras gozan del poder y la adulación de los servidores de la corte, olvidan los años de destierros, dificultades y fracasos.   Porque olvidan que los bufones, son solo eso, bufones y aduladores. Porque olvidan que muchos lo sostienen en el poder porque representa sus intereses, y, en la medida en que alguno vislumbre un atentado a sus beneficios, le retiran el apoyo  sin un solo dejo de sentimiento.

¡Ojalá que muchos de nuestros políticos hagan esta lectura para que les sirva de espejo!

¡Ojalá que muchos de nuestros políticos hagan un examen de conciencia para que no se sientan todopoderosos! ¿Saben por qué? porque el poder no es ETERNO, a Dios gracias,

Este es mi juicio. Yo soy mi propio juez. Yo soy, también, el testigo. Me examino despiadadamente…. Estoy harto de las decisiones de los jueces, los advenedizos, incluida mi familia… estoy harto del chisme, la maledicencia… Sin embargo, aquí dentro de mí, en el maldito tribunal de mi cuerpo, he de aceptar el supremo veredicto: José de la Cruz Porfirio Díaz: ¡Culpable!

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