¡Pobres lerenes!
El lerén es un tubérculo heredado
de los aborígenes de la isla

<STRONG>¡Pobres lerenes!</STRONG><BR>El lerén es un tubérculo heredado <BR>de los aborígenes de la isla

En el segundo domingo después de Navidad la familia decidió acudir a la celebración vespertina de la Eucaristía Litúrgica de la Catedral. Es habitual que acudamos a estos oficios en la primada del Nuevo Mundo entre fines de un año y principios del siguiente. El Párroco, el padre Evaristo Heres, se encontraba a la puerta lateral junto a la capilla del Santísimo Sacramento. Apenas percibió la llegada de Rossy y mis hijos preguntó por mí. Lo escuché y aceleré el paso. Pero ya estaba preguntando por los lerenes.

Al subir los peldaños oí las explicaciones que sobre su preparación ofrecía mi esposa. El padre Evaristo tampoco conoce los lerenes. Supo de este tubérculo por los comentarios que respecto de mi escrito del fin de año hicieron José Israel Cuello y Federico Henríquez Gratereaux. A la información ofrecida por Rossy añadí datos del desconocido cultivo que únicamente se cosecha en esta época del año. El padre Evaristo es uno de los varios amigos que me hablaron de mi escrito.

Debo aclarar que el propósito de aquellas líneas no estuvo en explicar que este tubérculo es desconocido. O que no apareció en las esquinas de Santo Domingo en donde era vendido en años anteriores. Mi secreto objetivo es destacar –e insisto en ello-la necesidad de que el Pueblo Dominicano despierte del letargo en el cual vivimos. El lerén puede volverse una exquisitez gastronómica con potencial de exportación.  El sabor a maíz tierno en un cultivo de raíces comestibles es explotable para una nación de imaginación, creatividad y sentido comercial.

Agradezco empero, el interés por los lerenes. Don Carlos Alonso me llamó para decirme que son vendidos en un supermercado de la Gustavo Mejía Ricart. El Dr. Román Brache se tomó la molestia de comprármelos durante un viaje desde San Francisco de Macorís a Santo Domingo. No pudo entregármelos debido a dificultades en la comunicación entre ambos. Cuando finalmente conversamos, tras dos o tres días de intentar el contacto, los lerenes habían sido ingeridos por otros comensales.

Los agricultores del valle de San Juan anunciaron que están cosechando caraotas. Esas habichuelas negras deben ser pagadas en pesos por el Gobierno Dominicano. Serán vendidas en dólares a los venezolanos. En realidad no las cobraremos, sino que se abonarán a la deuda asumida por el petróleo. El compromiso del sector público y los productores fue sembrar cien mil tareas de esa leguminosa. Era un anhelo común. Los agricultores sin embargo, no recibieron financiamiento. Y únicamente sembraron la cuarta parte, hasta donde les alcanzó su bolsillo.

De ahí que hablase de los lerenes. Es un tubérculo heredado de los aborígenes de la isla. Es endémico y exclusivo del trópico continental.

Al mirar lo acontecido con unas habichuelas que son compromiso por el pago de la deuda petrolera, mucho me temo la desaparición del lerén.  En la debacle que sufre el gasto público este tubérculo tiene un simple valor sentimental para unos pocos. Entre éstos, yo.     

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