¿Pobres, ricos o desordenados?

¿Pobres, ricos o desordenados?

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Pues, un poco de todo. Llegué a tal conclusión observando la conducta de los mecánicos, «mecánicos» o resolvedores de problemas automotrices al menor costo posible, a los cuales me vi obligado a recurrir cuando mi automóvil, que fue magnífico en su juventud, recibió el golpe inevitable de los años.

No es que yo aplicara obedientemente las instrucciones del Manual de Mantenimiento, más allá de cuidar los niveles de aceite, el líquido de frenaje, el de transmisión y aún más el agua o refrigerante del radiador. Ahora ¿verificación de las bandas de freno, descontrol del tren delantero, dificultades y ruidos extraños durante la marcha? Eso no. Es que los «mecánicos» ya me habían advertido que los carros traen muchas piezas innecesarias» y yo había presenciado cómo ellos quitaban algunas y las tiraban al infaltable montón de basura de los solares donde trabajan.

El caso es que resolvían la situación y el cliente se marchaba feliz en su vehículo «que está nuevo, de cajeta». «Los carros son como las mujeres, caprichosas, y no hay que ponerles caso» – me decían desde el fondo de una insondable sabiduría disparatada.

Pero los problemas aumentaban y, llegado el momento, había que invertir sumas realmente importantes en el cambio de costosas piezas que luego resultaban insuficientes porque el desgaste era más amplio.

¿No hubiese sido más económico prevenir el desgaste mediante un mantenimiento estricto?

Sin duda alguna.

Pero este mecanismo accional no se limita a los «mecánicos», y es contagioso.

El país carece de sentido de mantenimiento. Así vemos edificaciones gubernamentales – edificaciones del pueblo y para el pueblo – que, a poco de inauguradas se están cayendo a pedazos. Plafones, pisos, sanitarios que no funcionan, mueblecillos que parecen de juguete…pero…si el Presidente de la República va a visitarlos por alguna razón…¡Ah! se «remodelan y remozan».

Si no había dinero para darles mantenimiento ¿De dónde aparecen esas sumas fabulosas? ¿Es que somos un país rico, pobre y desordenado?

¿O muy permisivos con los desfalcadores, depredadores, estafadores y saqueadores de los dineros del pueblo, y por eso no podemos ver aquí, como en Europa, puentes, acueductos, teatros, coliseos, etc. hechos por los romanos en cualquier parte del mundo entonces conocido, construcciones todavía -siglos después- hábiles y en perfectas condiciones, y edificios «nuevos» que son centenarios.

No es que en aquellos lejanos tiempos los constructores eran invariablemente honrados y además no tenían que dar «comisiones». Siempre ha sido necesario aportar a los caudales personales de los Jefes del momento.

No se trata de un invento dominicano fortificado por el Generalísimo.

Sin embargo, eso se ha sabido copiar. El diez por ciento…o mucho más.

Entonces vemos despliegues de riquezas que nos desconciertan, y pobrezas que parten el alma ante una mirada desidiosa de la sociedad que se apoya en que siempre habrá ricos y pobres.

Y tienen razón en eso.

Pero es cuestión de proporciones. La brecha entre unos y otros se ha ido ensanchando cada vez más. Y el pudor se ha perdido junto a la piedad y la conmiseración.

Esa indiferencia y desprecio de los «mecánicos» por el mantenimiento de los vehículos, es algo presente en todos los niveles, hasta en los gobiernos que no cuidan el «mantenimiento» de la democracia mediante la vigencia de una justicia social funcional y veraz.

Ni somos tan ricos como país para formar tantos multimillonarios alardeantes, ni tan pobres como para tener tanta población viviendo en la miseria extrema.

Tenemos un desorden que hay que corregir. Desde arriba.

Queremos esta libertad y esta democracia, que bendita la hora en que la alcanzamos.

Pero hay que darle «mantenimiento».

Cuidado, alertidad y prudencia.

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