El boxeo nicaragüense se ha visto nuevamente sacudido por la muerte del joven pugilista Keyving Hernández, un muchacho de 23 años que fue noqueado en su debut profesional el pasado 25 de marzo, en Managua, y que falleció el jueves.
El deceso de Hernández consternó a sus familiares, a los nicaragüenses y al mundo del boxeo, ya que además se convirtió en el segundo boxeador nicaragüense que fallece en menos de ocho años, y el cuarto en un lapso de 12 años.
Y el quinto en la historia del boxeo nicaragüense, le dice a la Agencia EFE el periodista deportivo nicaragüense Pablo Fletes, editor del portal especialista en boxeo NotiFight.
El primer pugilista nicaragüense en morir tras un combate fue Joe Morales, quien viajó a El Salvador y falleció por los golpes recibidos en una pelea el 21 de agosto de 1970.
Luego le siguieron Harold Blas Amador, en 2011; Marvin Hernández, en 2012; David Acevedo; en 2015; y ahora Keyving Hernández.
“Morir en el ring es un riesgo que todo atleta asume cuando decide enfrentar a un oponente en este rudo deporte. Y es más peligroso aún en un país como Nicaragua, en donde la escasez de recursos impulsa a muchos niños y jóvenes a la práctica de este deporte”, explica Fletes.
DE LA CALLE AL RING
En Nicaragua, el segundo país más empobrecido de América, solo superado por Haití, quienes deciden incursionar en el mundo de las “narices chatas” generalmente son jóvenes de escasos recursos, que no se alimentan bien ni consumen suplementos alimenticios o vitaminas, observa este especialista.
Antes de subir al cuadrilátero, estos jóvenes, siendo niños, trabajaban en las calles limpiando vidrios de vehículos ajenos en los semáforos, ayudaban a sus padres en sus labores o trabajaban “en lo que sea” para conseguir esa extra que les permitiera aportar para los alimentos en sus casas.
“Esta historia siempre ha sido la misma. La pobreza empuja a la práctica del boxeo, como ha ocurrido con casi todos los campeones mundiales en la historia del boxeo nicaragüense como Alexis Argüello, Ricardo Mayorga, Luis Pérez, Rosendo Álvarez, y más recientemente Félix Alvarado y Román “Chocolatito” González”, anota.
Para Fletes, con una larga trayectoria profesional, “el boxeo es una fuente de escape para aquellos niños sin recursos, sin un portentoso físico para lucir en deportes como el béisbol, baloncesto e incluso fútbol«.
Son muchachos que pesan de 105 (47,6 kilos) libras a 115 (52 kilos) libras y pelean en las divisiones pequeñas del boxeo.
Con ese físico no tendrían cabida como atletas en el béisbol, por ejemplo, considerado el “deporte rey” en Nicaragua.
Pero sí tienen esa oportunidad de brillar en el boxeo, donde pequeñines se llenan de gloria siendo campeones mundiales y dando un vuelco total a sus vidas.
BUSCAN LA GLORIA Y ENCUENTRAN LA MUERTE
A la par de ese interés por destacar en el boxeo y emular a sus ídolos, como Alexis Argüello, en los últimos años también ha surgido una nueva modalidad entre los pugilistas- empiezan sus carreras en Nicaragua, ganan unos cuantos combates a como sea posible y luego van a pelear a Europa por sumas de dinero que no han visto en sus vidas.
En Europa, mal alimentados y sin vitaminas, viajan para enfrentar a otros boxeadores por bolsas de 5.000 euros (5.483 dólares) a 20.000 euros (21.932 dólares), lo cual les permite salir de la pobreza momentáneamente.
En Nicaragua, señala Fletes, la Comisión de Boxeo Profesional (Conibop) está lejos de exigir exámenes médicos rigurosos a los boxeadores, porque cuestan mucho dinero y los novatos no poseen los fondos para conseguir un examen de Imagen por Resonancia Magnética (MRI), cuyo costo supera las bolsas que ganan en su país.
Un pugilista novato en Nicaragua pelea por bolsas que oscilan de 138 dólares a 165 dólares como promedio.
Tampoco los promotores invierten en los exámenes a sus pupilos, o porque no son exigidas o porque tampoco poseen el dinero para pagar a cada atleta un examen de ese tipo.
La Comisión tampoco cuenta con los recursos para realizar esos exámenes, lo mismo que la Federación Nicaragüense de Boxeo Aficionado, que anualmente recibe fondos del Estado por 140.000 dólares para su funcionamiento total.
“Duele saber que Keyving Hernández perdió su vida soñando con llegar a ser campeón mundial, pero hay muchos Keyving en Nicaragua que también sueñan con ser campeones, o en el peor de los casos, morir en el intento”, reflexiona Fletes.