Pobreza y enfermedad

Pobreza y enfermedad

Siendo un párvulo pendiente aún de completar mi primera década, podía ya descifrar la esencia contenida en el siguiente fragmento de canción interpretada por el inolvidable don Pedro Infante: “El amor del hombre pobre/ es como el del gallo enano/ que en querer y no alcanzar/ se la pasa todo el año”.

La historia que sigue plasma una triste realidad que solo en el mundo occidental afecta a más de quince millones de personas. La fatal lotería criolla hubo de tocarle a un adolescente que las circunstancias obligaron a ser hombre a destiempo puesto que al cumplir los 16 años se vio forzado a convertirse en operador de maquinarias pesadas.

Sentía mareos, cansancio, dificultad respiratoria e hinchazón de los tobillos desde los 12 años, sin que ello fuera excusa suficiente para exonerarlo de tan dura faena para sobrevivir. Le diagnosticaron un mal cardiaco para lo que requería de una inyección intramuscular mensual.

La noche previa a su deceso se había ido a la cama agotado y sin ánimo. No fue sino hasta la mañana siguiente cuando su hermano notó que el hoy occiso no tenía pulso. Fue llevado a la emergencia hospitalaria en donde se certificó oficialmente su fallecimiento. Este mozalbete nacido y criado en el territorio dominicano provenía de una familia cuyos ancestros eran de origen haitiano. Su cadáver fue trasladado al Instituto Nacional de Patología Forense con la finalidad de hacerle una autopsia, ya que se trataba de una muerte repentina acaecida en el hogar. Al abrir el tórax, lo primero que llamó poderosamente la atención de los prosectores fue el enorme tamaño del corazón, pues llenaba todo el pecho con un peso unas cuatro veces por encima de lo normal. Las tres capas de la bomba cardiaca, es decir, el pericardio, el miocardio y el endocardio mostraban señales de enfermedad inflamatoria crónica recurrente.

Tres de las cuatro válvulas presentes en el órgano noble estaban afectadas, mayormente la válvula mitral que lucía engrosada, acortada y deformada, lo que funcionalmente debió traducirse en una estenosis e insuficiencia mitral.

Tradicionalmente se ha dicho de la dolencia primaria que una de sus características demoníacas es que gusta de lamer las coyunturas del paciente, en tanto que muerde las válvulas de su corazón. Es un trastorno multiorgánico con manifestaciones neurológicas, dermatológicas y cardiovasculares, hijas de una infección de la garganta causada por una bacteria denominada Estreptococo beta hemolítico del grupo A de la señorita Lancefield. La simple y poco costosa administración oportuna de una sola inyección de Penicilina para el tratamiento de la faringitis estreptocócica bastaría para evitar las consecuencias catastróficas de la enfermedad. Muchas de las caras cirugías de reemplazo valvular cardiaco representan los elevados intereses a pagar, por no haber diagnosticado y tratado a tiempo esta dolencia, hija del subdesarrollo, el hacinamiento y la pobreza. Hablamos de la Fiebre Reumática y su grave secuela cardiaca.

No soy amante de la pobreza, me duelen y agobian sus consecuencias epidemiológicas de morbilidad y mortalidad, las cuales se ensañan contra gente joven humilde y llena de precariedades, a la que, por el simple hecho de nacer, le asiste también el derecho a una vida productiva, sana y feliz hasta completar su ciclo terrenal.

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