Pobreza y programas de asistencia en la pandemia

Pobreza y programas de asistencia en la pandemia

Pobreza y vulnerabilidad persistente han limitado el bienestar económico

El reciente informe Panorama Social de América Latina 2020 de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) muestra las precariedades de la estructura social latinoamericana, caracterizada por el alto porcentaje de la población que vive con bajos ingresos.

En las últimas dos décadas permaneció prácticamente invariable el porcentaje de personas que vive en extrema pobreza, pasó de 12.2% a 11.3% de 2002 a 2019. Disminuyó significativamente el segmento en pobreza no extrema de 33.2% a 19.1% (buena noticia), pero el grupo de ingresos bajos por encima de la pobreza se mantuvo prácticamente igual en ese período, alrededor de 25%.

El segmento con ingreso medio-bajo aumentó de 14.4% a 20.4% y con ingreso medio-intermedio de 9.5% a 16.2% (también buena noticia); sin embargo, el segmento con ingreso medio-alto solo aumentó de 3.1% a 4.6% y de ingreso alto de 2.2% a 3.1% (p.65).

Esto significa que para el 2019, alrededor del 55% de la población latinoamericana vivía en algún nivel de pobreza o solo ligeramente por encima de la pobreza, mientras apenas un 7.7% correspondía a los estratos de ingresos medio-alto y alto.

Al dividir la población por quintiles para el 2019, el 20% más rico de la población captó la mitad del ingreso total, tanto en la región en su conjunto como en la República Dominicana, mientras el 40 por ciento más pobre captó menos del 20% del ingreso (p.70).

En esta estructura social, la pandemia se hizo sentir rápidamente con aumento en los niveles de pobreza de 2019 a 2020.

Para la región, se estima que la pobreza no extrema aumentó de 30.5% a 37.2% de 2019 a 2020, aunque los programas de asistencia monetarios instituidos en la pandemia lograron contener el aumento y bajarlo a 33.7%.

La pobreza extrema aumentó de 11.3% a 15.8%, y los programas de asistencia lograron bajarlo a 12.5% (p.73). O sea, los programas de asistencia monetarios instituidos en la pandemia contribuyeron a contener el desborde de la pobreza.

El retiro de esos programas plantea ahora el dilema de subsistencia para los sectores más pobres y deja abierta la interrogante del destino de las capas medias más vulnerables que, aunque no reciban asistencia pública directa, se nutren del bienestar general de la sociedad.

El supuesto optimista es que la recuperación económica restablecerá el relativo bienestar de la prepandemia, pero, como muestran los datos, aunque la pobreza se había reducido en los años previos y los grupos de ingresos medios habían crecido, quedaban sumidos en la vulnerabilidad.

Esa pobreza y vulnerabilidad persistente han limitado el bienestar económico de mucha gente desde antes de la pandemia y han venido erosionando la confianza en el sistema democrático. El mismo informe Panorama Social de América Latina 2020 dedica un capítulo al análisis del malestar social en la región y muestra algunos datos.

El porcentaje de personas que considera que la distribución del ingreso es injusta o muy injusta creció para toda la región de 73% a 83% de 2013 a 2018. En Venezuela y Ecuador se registraron los mayores aumentos, y en la República Dominicana subió de 73% a 82% (p.230).

El apoyo a la idea de que la democracia, aunque tiene problemas es el mejor sistema de Gobierno ha disminuido en toda la región, pasando de 79% a 63% de 2013 a 2018, y en la República Dominicana de 83% a 62% (p.236).

Vivimos en tiempos difíciles y fluidos, y es temprano para saber el efecto completo de la pandemia en la economía y la política de América Latina.

Es temprano para saber el efecto completo de la pandemia en la economía y la política de América Latina