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Al cumplirse el primer año de la firma del Pacto Nacional para la Reforma Educativa, algunos de los que participamos en las mesas de discusión y concreción de dicho Acuerdo, consideramos que es poco lo que hemos avanzado en el cumplimiento de los compromisos asumidos; nos quejamos de que el Presupuesto de Educación de este año no fue sometido y aprobado por el Consejo Nacional de Educación; que no fueron implementadas las pruebas de ingreso a las cuales deben someterse los aspirantes a ocupar puestos docentes; que las autoridades del Ministerio de Educción no se muestran interesadas en promover un debate sobre la educación laica; también, estuvimos en desacuerdo en que se nombraran personas para ocupar cargos técnicos sin concursos de oposición. En oposición a todo ello, señalamos importantes avances alcanzados en esta Administración como el inicio del Programa de Atención Integral de la Primera Infancia; los Programas de Formación y Capacitación Docente y los esfuerzos que se han venido haciendo para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los maestros en servicio; la universalización de la tanda extendida; los avances en materia de alfabetización de adultos; la aplicación de pruebas de medición del rendimiento escolar tomando en cuenta estándares internacionales; y la puesta en vigencia del Reglamento de Veeduría Social como vía para darle seguimiento a los compromisos asumidos. Quien esto escribe tiene una opinión muy particular respecto a todo esto. Me quejo sin dejar de reconocer lo mucho o lo poco que hemos avanzado en materia de instrucción pública, gracias a los esfuerzos de todos nosotros, a los aportes económicos del gobierno del presidente Danilo Medina y al interés del mandatario peledeísta en elevar la calidad de la educación pública. Demostramos en las mesas de discusiones que sabemos lo que debemos de hacer para elevar la calidad de nuestro sistema de instrucción pública; sólo nos resta por demostrar con nuestras acciones si sabemos hacerlo.
¿Dispondremos de recursos económicos suficientes para atender a tantas necesidades? Recuerdo que cuando el texto relativo a los compromisos que habrían de asumirse estaba listo para su firma, nos acercamos a un experimentado economista para preguntarle a cuánto ascendía el costo que conllevaba el cumplimiento de todos esos acuerdos. El experto se mostró interesado en mi cuestionamiento; pero, todo quedó ahí.
Nunca hemos tenido más oportunidades que ahora de contribuir con nuestros esfuerzos y experiencias a elevar la calidad de nuestro sistema de instrucción pública. A lo largo de los últimos 15 años, y en el contexto descrito por nosotros, el Sistema Dominicano de Instrucción Pública ha experimentado un crecimiento importante. Ese crecimiento representa un logro impresionante. Se ha logrado capacitar, en menos de cincuenta años, a casi todos los maestros en servicios. Ha beneficiado a miles y miles de jóvenes que no habrían tenido oportunidades una generación antes. Pero, ocurre siempre que cuando las cosas salen bien no faltan las quejas de los que creemos que debieron salir mejor.
No hemos podido evitar que ese rápido crecimiento, al cual hacemos referencia en el párrafo anterior, haya provocado graves problemas difíciles de resolver.
Amigo lector, debido al ritmo de crecimiento de nuestro sistema de instrucción pública, de aquí a unos cuántos años una inversión de un 4% del PIB en educación, resultará insignificante para sostener el sistema que estamos creando. Los reformadores de antaño, nos referimos a Eugenio Marías de Hostos, Pedro Henríquez Ureña, Julio Ortega Frier, Joaquín Balaguer y otros pudieron contar siempre con lo que ya no podemos contar nosotros, con los esfuerzos y los sacrificios de muchos maestros de vocación supliendo la falta de recursos y el desinterés de los gobiernos. Hoy todo se hace con dinero, con muchísimo dinero.