Poder y dinero, la herencia de los “traidores” projaponeses en Corea del Sur

Poder y dinero, la herencia de los “traidores” projaponeses en Corea del Sur

Dólares. Referencia. Archivo.

Tahualpa Amerise,  Seúl. Corea del Sur conmemora hoy los 70 años de la liberación del dominio colonial japonés (1910-45) con un marcado espíritu nacionalista. Aún así, muchas de las familias de quienes colaboraron con la ocupación permanecen en las élites políticas y económicas del país siete décadas después.

“Si luchas por la independencia de tu patria, tendrás ruina por tres generaciones; si colaboras con los japoneses, lograrás tres generaciones de riqueza». Este proverbio popularizado durante los 35 años de dominio nipón parece cumplirse cuando uno mira a la Casa Azul (la residencia presidencial en Seúl) o examina las grandes fortunas del país.

El general Park Chung-hee, dictador que gobernó de 1963 a 1979 y que fue el arquitecto del “milagro económico” surcoreano, se formó en una academia militar japonesa tras jurar lealtad al Ejército Imperial en los últimos años de la colonización.

Su hija mayor, Park Geun-hye, gobierna hoy el país como jefa de Estado, ahora bajo un sistema democrático.

Los descendientes de Yi Wan-yong, primer ministro coreano que en 1910 firmó el tratado de anexión a Japón, todavía conservan gran parte de las 1.600 hectáreas de terreno de las que se apropió este destacado colaboracionista y manejan importantes negocios, entre ellos el hotel más lujoso de Seúl.   Estos dos casos son representativos de una realidad mucho más amplia que, paradójicamente, contrasta con el fuerte rechazo a la histórica colonización de Japón y a los surcoreanos que la apoyaron, considerados “traidores” por gran parte de sus compatriotas.

“La gente en general siente bastante resentimiento hacia las familias de los antiguos pro japoneses y cree que las generaciones actuales deberían disculparse por lo que hicieron sus ascendientes”, explica a Efe en Seúl el investigador Lee Jun-sik, del Instituto de Investigación de Actividades Colaboracionistas.

En los 35 años de colonización Japón modernizó una Corea feudal y aislada al desarrollar industrias e infraestructuras, pero a su vez cometió numerosos abusos, desde la expropiación de tierras y la imposición de su idioma y cultura hasta la tortura y ejecución de disidentes.

De este modo, la animadversión hacia Japón por su dominio colonial sigue a flor de piel en Corea del Sur.   El caso más significativo es el de las “mujeres de confort”, esclavas sexuales reclutadas a la fuerza en diversos puntos de Asia -pero especialmente en la península coreana- por el Ejército Imperial al final del período colonial.