En mi artículo de hace dos semanas señalaba, refiriéndome al Estado Islámico y su poder económico que: “Estudios han mostrado que se han desarrollado factores de ¨una economía de guerra¨ captando recursos que sostienen la violencia”. En los últimos días se han publicado nuevos informes y referencias que permiten conocer con más amplitud el proceso de captación de recursos del EI. Ciertamente está funcionando como si fuese en verdad un Estado; ejerce el control sobre una amplia extensión de territorios de Siria e Irak incluyendo poblaciones – unos 8 millones de personas -, yacimientos de petróleo y gas y refinerías y comercializa esos productos, además de antigüedades, en un mercado negro dentro de sus vecinos. En consecuencia, para hacer lo que hace un Estado, se dota de un presupuesto con partidas para que funcione el programa de educación, salud y, entre otras partidas, – incluyendo un servicio de protección al consumidor – el pago mensual de 400 dólares a cada combatiente, además de una bien elaborada estrategia de promoción-captación que le está funcionando muy bien, en especial en Europa.
Entre todos los grupos terroristas identificados en el mundo se le considera el más rico y es el único que domina territorios donde pretende establecer un gobierno al estilo califato bajo la rígida ley islámica sharia. Muchos integrantes de Al Kaeda se han pasado al EI considerándolo más radical que aquella.
De acuerdo con el Departamento del Tesoro de Estados Unidos el EI durante el 2014 pudo estar ganando hasta 100 millones por la venta de petróleo crudo mediante intermediarios locales que los colocan en Turquía, Irán y la propia Siria. Ha desarrollado una “industria” de secuestros que le aportó en 2014 aproximadamente 20 millones de dólares. Le compra rehenes capturados por otros grupos radicales y exige un rescate por ellos. Adicionales y cuantiosos recursos financieros capta por la extorsión a empresas y comerciantes que operan en su zona de dominio así como a los que entran y salen de la misma. Ofrecen servicios de “protección”. Roban bancos, antigüedades y diversos productos. Otra fuente es el impuesto a las minorías religiosas, la «jizya». Mediante el sistema de seguridad – “policía religiosa” -, incluido en el presupuesto, ofrece y garantiza a los cristianos un sencillo menú, o se convierten al Islam, o pagan su “jizya” o mueren. Han vendido como esclavas sexuales a mujeres y niñas de la minoría yazidi. Aunque inicialmente su financiamiento provino de donaciones de países árabes que financiaban grupos para que derrotasen al gobierno sirio, en estos momentos logra autofinanciarse. Si expertos han estimado que el ataque a los torres gemelas de Nueva York se financió con 400-500 mil dólares y los recientes ataques a París con solo 15 mil, podemos imaginar lo que aún puede hacer el EI.
Están identificadas las fuentes de financiamiento, las rutas que recorre el dinero para llegar a sus manos y lo que haría falta hacer en términos de voluntad política, neutralización de complicidades – identificadas – y soportes. ¿Es posible o no cortar las fuentes y las rutas? Se los comento en el próximo artículo.