Poderoso caballero es don dinero 

Poderoso caballero es don dinero 

HAMLET HERMANN
Cuando alguien habla del «crimen organizado» quizás no sabe que está refiriéndose a una estructura empresarial tan grande y compleja como la mayor empresa industrial de los países avanzados. Existe en el mundo una división social de la producción de delitos que supera, en amplitud y en medios, la organización de cualquier Estado. Ese «crimen organizado» aplica estrategias y tácticas como si estuviera desarrollando una guerra mundial. Y es así. Esa guerra de alcance global está teniendo lugar.

Con ese fin, el mal dedica tiempo y recursos con los que planea y ejecuta cuanta maniobra pueda ser posible y así mutar para continuar. Ingenuos nosotros que podríamos estar pensando que el narcotráfico, para sólo mencionar un aspecto, consiste de tipos aislados que se meten en eso porque allí está el dinero fácil. Su guerra mundial está en marcha y sus estrategas y tropas no descansan.

El sonado caso Quirino, personaje al que las autoridades le capturaron más de una tonelada de cocaína, ha destapado una olla repleta de sapos, arañas y serpientes que forma parte de ese conflicto universal. Sólo hay que abrir un periódico o prender el televisor para darse cuenta de que una maquinaria de defensa de ese personaje ha entrado en funcionamiento. Algo, no sabemos qué, se ha puesto en marcha que, de una manera y de otra, tiene a su disposición abogados, militares, políticos, publicistas, banqueros y congresistas cada uno tocando la partitura que le corresponde como si fuera una banda de jazz. Aparentemente lo que algunos de ellos dicen o hacen no tiene relación directa con lo que otros hacen o dicen. Pero, en esencia, siguen el mismo ritmo aunque con diferente melodía para aparentar diversidad en las opiniones. Esa maquinaria nos demuestra una vez más que el «crimen organizado» tiene abogados a disposición permanente que funcionan como topos. En tiempos calmos forman parte del equipo creativo de la sociedad confeccionando leyes que, supuestamente, están hechas para combatir el crimen. Nadan en la laguna de la lucha contra el delito organizado pero, cuando el momento lo reclama, se quitan la máscara y aparecen como los anti-héroes para lo cual han sido preparados con tiempo y recursos suficientes. Lo mismo ocurre con otros asociados que se mueven en las esferas legislativas, militares, políticas y financieras. Actúan como potencias «durmientes» que son despertados cuando se necesita de su experticio e influencia.

Si buscamos el común denominador de aquellos que ahora aparecen reclamando que se respeten los derechos de los delincuentes sin que hayan cumplido con sus deberes, encontraremos que «poderoso caballero es don dinero». La moral desaparece como por encanto. Aquello de que los actos humanos se clasifiquen de acuerdo con la bondad o la maldad en función del bien general hace «mutis por el foro». Uno se da cuenta entonces de que los honorarios que reciben esos abogados y funcionarios por defender a los traficantes capturados en delito flagrante no tienen límites. El dinero se esparce en esas instancias como las hojas de otoño y está allí para todo aquel que tenga bisagras en el lomo para recogerlo. Alguien decía que ahora salen a la luz pública los abogados de los culpables, los que siempre defienden a los «chicos malos». Jamás se equivocan defendiendo a un inocente ciudadano. Las normas del derecho se van entonces a pique y los principios de conciencia ni siquiera se mencionan. Lo risible del caso es que esos personajes alegan como algo absoluto que todo acusado tiene derecho a un abogado. Y bajo ese manto creen que la ciudadanía les reconocerá aquello como un simple acto profesional y no los identificará como parte de la maquinaria siempre engrasada que arranca de manera automática cuando el momento lo requiere. Suerte para nosotros que en el ejercicio del Derecho existen profesionales con alto sentido de la moral como Ramón Antonio Veras, Luis Scheker Ortiz, Guillermo Moreno y muchos otros más que siempre están dispuestos a utilizar sus conocimientos a favor del bien en general. Ellos son la barra indeformable con la que se mide la calidad profesional y la esencia moral de los abogados dominicanos y, al mismo tiempo, identifica a los farsantes..

Mientras, lo que corresponde es reconocer e identificar el modo de operación de estos topos durmientes, y entonces no nos sorprenderá tanto cada vez que emerjan desde el frío y se incorporen como tropa de choque a la guerra mundial que desarrolla el crimen organizado.

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