¿Podríamos dejar de vivir inconformes?

¿Podríamos dejar de vivir inconformes?

MARLENE LLUBERES
Sean vuestras costumbres sin avaricia contentos con lo que tenéis ahora, porque el dijo: no te desampararé ni te dejaré (Hebreos 13:5) La humanidad ha decidido remembrar en ésta época, el nacimiento de El Salvador, la llegada del hijo de Dios que, siendo el Rey de reyes y Señor de señores vino, en obediencia al Padre, a morir en la cruz para que esta ofrenda de vida nos trajera el regalo de la eternidad. Tristemente vemos la manera en que esta esperanza se desvanece por la incapacidad de manejar y enfrentar las adversidades e inconvenientes que acontecen en nuestro entorno.

El bombardeo desmedido de los medios de comunicación provoca una necesidad incontrolable de adquirir mayores recursos económicos que nos permitan tener la diversidad de bienes materiales que entendemos necesarios para `sentirnos mejor`.

Al mirar atrás y percatarnos de que épocas de bonanza y estabilidad ya no están más, al reflexionar en que los años han transcurrido y que nada de lo que anhelamos lo hemos podido obtener, muchas veces por temor, limitante indiscutible para alcanzar metas que de alguna forma estaban en nuestro interior y, en otras ocasiones, por pereza o comodidad, se origina en nosotros una lacerante inconformidad que afecta diferentes áreas de nuestra vida.

De igual forma, la inestabilidad emocional, producto de la carencia de afectos que, en nuestra opinión, serían los que nos proporcionaría la felicidad y seguridad, es un factor determinante que hace que en esta época, con mayor intensidad que en otras, se manifieste la inconformidad, que casi siempre arrastramos desde la niñez, la que nos convierte en intolerantes, amargados, incapaces de encontrar el sentido de la vida, con profunda inseguridad y marcada angustia existencial, son factores que nos conducen a la tristeza, al desánimo y a la depresión.

Si meditáramos en La Palabra de Dios, podríamos entender cómo, aprendiendo a entregarle al Señor cada acontecimiento, de forma inexplicable, la paz que sólo El da se hace dueña de todo nuestro ser.

Si vivimos la convicción de que El está en medio nuestro porque prometió nunca dejarnos ni abandonarnos, sabiendo que Dios cumple sus promesas siempre, entonces aprenderíamos a contentarnos cualquiera que sea nuestra situación.

Es conocer la fidelidad de Dios, probar su consolación, su provisión, la fortaleza que trae a nuestra alma cuando está débil y la esperanza que nos ofrece cuando estamos desanimados.

Es tener la certeza de que lo que El nos ofrece es mucho mejor que aquello que entendemos debemos tener, uniéndonos, sin prestar resistencia, al plan perfecto que diseñó para nosotros, tratando de quitar nuestros ojos de las cosas terrenales.

No permitamos que nuestros días sean dolores y nuestros trabajos molestias, veamos las bendiciones que Dios nos regala día a día, sin acordarnos de las cosas pasadas, sin traer a memoria las cosas antiguas, aceptando un presente que forma parte de nuestra eternidad con Cristo Jesús.

m­_lluberes@hotmail.com

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