No sé qué más hacer a este corazón que tras mirarte se ha tornado quimérico y terco. En vano ha sido intentar convencerlo, imprecarlo, exhortarlo y reprenderlo. Le dije que eres flor montesa, camino desvaído, sueño serpentino, veneno hospitalario y aurora sin justicia.
Te descifro: eres quien desbarata ilusiones apenas asomadas al abismo.
Mas el, se arremete en la plaza, se escuda en los marasmos, no mira el silencio de los desamparados, las ramas sin techos ni las obligaciones estancadas.
Permanece embadurnado en los comienzos, en eras deshabitadas, en viñedos de contertulios y en cementerios de ataúdes deslustrados.
Vano ha sido ponerle centinelas, empalizadas de cerezos, cruces negras entreabiertas y espadas descuajadas.
Le envié mariposas primaverales, versos añejos, reliquias autónomas, trabajos de almaceneros, coplas salobres y roces de abejas escapadas.
Ya no tengo palabras ni gavillas aromáticas para su destino y desazón.
Sigue tras ti tan perdido como sabueso en muladar y nada puedo encontrar para ensimismarlo.
Aunque ya he gastado mis preciadas arpas y el tesoro de pirata audaz, tú, cual melodía en el jaspe, sigues incólume y regia en la alta y desarticulada proa.
¿Qué me espera, entonces?
1. El hombre errante dijo:
-Una palabra cambia al mundo.
Exhausto parto piedras Intentando encontrarla.
2. Empapado todo el camino/ por el olor de los crisantemos/ voy rumbo a casa.
3. Las lluvias de la noche/limpiaron del río sus orillas.
Cuando el alma de rosas se llena/la existencia es un aroma.
4. Tu voz que salió de mis manos/trepó el abismo de la montaña/
Mientras rasgo la lira bajo piedras/llora la flor la pesadumbre de tu alma.
7. Con la cabeza en mi pecho/ella curó su tristeza otoñal/Era la hora en que la alborada/buscaba el crepúsculo entre las alheñas.