Quienes se dedican a contemplar la naturaleza son filósofos, idealistas y poetas; quienes descubren sus leyes son talentosos o científicos y los que le roban sus secretos son los genios; sin embargo cualquiera se vuelve loco tratando de explicar el origen de nuestro mundo y la vida en nuestro planeta.

La naturaleza es equilibrio, a veces asombroso, pero dialéctico, con lo positivo enfrentando lo negativo, chocando y produciendo cambios o movimientos evolutivos incesantes, así como hechos maravillosos que todavía nadie puede explicar en forma convincente, pero que constituyen lecciones para los prepotentes que creen tener a Dios agarrado por la barba y ser dueños del universo. Por ejemplo:

¿Cómo es posible que la vaca, alimentándose solamente de agua y hierba, produzca leche, uno de los alimentos más completos en el mundo? ¿Por qué las plantas solamente requieren tierra y agua para crecer y dar sus frutos variados y nutritivos para la humanidad? ¿Por qué el hidrógeno puede ser usado para una bomba atómica y el oxígeno alimenta el fuego y cuando ambos se unen forman el agua que lo apaga? ¿Cómo explicamos que casi el 70% del planeta es agua y casi el 70%  de nuestro cuerpo lo sea también? Por último, mi pregunta reiterativa estelar: Dicen que el centro de la tierra es fuego, con temperatura estimada mayor que la del sol… ¿De dónde sale el combustible para mantenerlo?

Como “de poeta y loco todos tenemos un poco”, en mi rol de ambos personajes frente a la naturaleza, aspiro a que algún día sepamos esa última respuesta para ver si disponiendo de ese inagotable combustible baja el precio de la gasolina.