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§ 28. Muy arraigado en los poetas de principio y mitad del siglo XX (vedrinistas, postumistas, independientes y sorprendidos existe un universalismo que será fatal para las investigaciones de doña Flérida (y que heredaron como copia las generaciones del 48, del 50, del 60 y de los 80 hasta) debido a que lo único existente en lo social es lo particular concreto. En la sección titulada “Creación, continuación y expansión del merengue” de su libro Santo Domingo en el folklore universal , la folklorista se verá obligada a excluir la parte africana de este ritmo y las demás expresiones musicales que son deudoras del sincretismo español-africano-indígena, posición que la conducirá también, apoyándose en el hispanismo del dictador Trujillo, a asumir una falsedad científica, cual es la creencia de que el hispanismo trujillista es «una realidad espiritual que nada tiene que ver con problemas raciales.» (Ibid, p. 9).
§ 29. No hay obra literaria o informativo-ideológica que no sea local. Los griegos no los enseñaron con la noción de koiné, pero los espíritus metafísicos y su concepción absolutista construyeron la teoría del universalismo aplicada sobre todo a las obras literarias, las cuales carecían de valor si no eran universales. De ahí el lema de los sorprendidos: “Poesía con el hombre universal” y el de los cuarentiochistas: “Poesía con lo dominicano universal”. En la práctica de la literatura, que son las obras, todas son localistas. Todas las obras épicas de los griegos se sitúan en un lugar específico de la Hélade. Asimismo, todas las obras literarias producidas por artistas de la palabra nacidos en la formación social dominicana se sitúan en un lugar específico de la geografía dominicana. Incluso las obras que copian el exotismo a lo Pierre Loti, sitúan la acción de los personajes en algún punto geográfico de un país extranjero. Amelia Francasci o Fabio Fiallo, por ejemplo.
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§ 30. Incluso tres libros como Cuentos del Sur, Cuentos cimarrones y El Diablo ronda en los guayacanes, de Sócrates Nolasco, esposo de doña Flérida, escenifican sus acciones en campos y pueblos remotos de la región donde nació el escritor. Tomo un solo ejemplo del último libro citado supra, el cuento como “Ma Paula se fue del mundo”, un paradigma de nuestro ritual mortuorio campesino que para esta poética de la muerte, tiene su koiné en Petit-Trou, antiguo nombre del poblado dominicano de Enriquillo, una reminiscencia de un topónimo de la era de Francia en Santo Domingo o de la dominación haitiana de 1801 y 1822-1844.
§ 31. Ma Paula, bruja y matriarca del lugar, dada por muerta para los lugareños, no murió en absoluto. Resucitó debido a su pacto con Satanás y está en persona entre los vivos que asistieron a su velación, quienes corrieron despavoridos cuando se levantó de su caja de muerto para cumplir con el ritual de la pasión, muerte y resurrección cristiana. Pero en ese sincretismo afro-dominicano del Sur, no hay quien se atreva a dudar de la existencia del Diablo y que los muertos salen: «Entonces fue cuando sucedió lo asombroso. Crujió la barbacoa, el camastro de la difunta. Cayeron y se apagaron las cuatro velas que le alumbraban a Ma Paula el sendero definitivo y ella en persona se enderezó, engalanada, y avanzando hacia la muchedumbre se quitó el barbiquejo y preguntó autoritariamente: – ¿Y qué vagamundería son ‘eta – ¡Detente, animal feroz, que antes de tú nacer nació el Hijo de Dios! -gritó Lorencico, tembloroso, y huyó desamparando (sic) al jefe.
§ 32. Ese grito, el terror y la fuga, fueron contagiosos y huyeron y gritaron todos: – ¡Virgen del Amparo, Aprotégeno!». (Pp. 317-318). Léase el final del cuento y la imploración de la directora de rezos y «… ante el pavor y la fuga general, Papá Sindo [comandante del lugar], que era un valiente, le apretó la empuñadura al machete y voceó con voz dominante: -Si avanzas… te rajo de un machetazo… ¡vieja del Diablo!» (P. 318). Si ocurriese en la vida real en cualquier campo o ciudad un evento como el de Ma Paula en Enriquillo, hasta los más valientes saldrían despavoridos ante el terror que impone la “resurrección” (catalepsia) de un muerto entre los vivos. Imagínense lo que sucederá el día del Juicio Final. Pero recuérdese que únicamente las obras de ficción poseen la fuerza de recrear, como si fueran reales, acontecimientos como el de Ma Paula, con lo cual se reproduce la ideología de la creencia ancestral en el más allá de la muerte inscrita en El Libro de los Muertos de Osiris y en los Evangelios de Jesucristo. Los cinco mil objetos de la momia de Tutankamón está a la espera que el faraón pase a recogerlos para usarlos en el más allá.
§ 33. Hasta Balaguer, un hombre que se resistió a creer en la inmortalidad del alma, reproduce esta ideología -por conveniencia política, claro está- cuando en el panegírico ante el féretro de Trujillo, exclama con su voz estentórea de declamador: «Que Dios te reciba en su seno y que tus restos perecederos, al trasmutarse más allá de la tumba en vigor espiritual y en materia impalpable, contribuyan a vivificar la tierra que tanto amaste para que la conciencia de la patria se siga nutriendo con la cal y con la energía de tus huesos en la infinidad de los tiempos.» El modelo de panegírico para Balaguer fue el pronunciado por Marco Antonio en Roma ante el cadáver de César. Este discurso, al parecer, se perdió, pero Shakespeare lo recreó en su obra teatral Julio César y Román Jakobson realizó en memorable estudio estilístico de dicha pieza oratoria en su libro Ensayos de lingüística y poética.
§ 34. Los políticos usan la religión como un instrumento político, porque conocen su funcionamiento. En su libro Trujillo. El hombre y su personalidad, el psiquiatra Lino Romero afirma lo siguiente: «A mi modo de entender, Trujillo nunca fue religioso porque desde su niñez los traumas sufridos le apartaron de la fe en Dios y en toda creencia dogmática. Su relación con la Iglesia llegó a ser considerada como una relación palmaria, pero fue simplemente un vínculo acomodaticio para lograr convenientes propósitos con el apoyo del clero.» (Santo Domingo: Búho, 2006, p. 38). El Dr. Romero señala el asesinato del pastor Barney Morgan, de la Iglesia Episcopal Dominicana, debido a ciertos comentarios que le hizo a su hermana en Estados Unidos sobre la matanza haitiana de 1937. A esto se agrega la bestial campaña de descrédito a la Iglesia católica cuando esta escabulló el bulto para otorgarle el título de Benefactor de dicha iglesia. A lo que se suma una cantidad inmensa de atropellos a curas en el país después de aquella ruptura política.
§ 35. La música popular recoge este culto a los muertos. En merengues como “La muerte del Chivo”, interpretado por Vinicio Franco; “Conformidad”, interpretado por Luis Kalaff dos veces: Trío Reynoso y con Los Alegres Dominicanos: «El día que yo me muera # a mí no me griten na # me le dicen a mi mujer # que tenga conformidad # que unos van adelante # y otros van atrás»; Joseíto Mateo y Johnny Ventura y su Combo Show interpretaron en su momento el merengue “El día que yo me muera” y cada cual le añadió o quitó versos según su peculiar estilo: «Cuando yo me muera # no quiero batahola # lo que me vayan a dar # que me lo den ahora» Y sigue Mateo: «Cuando yo me muera# no me prendan velas # que las mujeres bailen # y los hombres beban.» O: «Cuando yo me muera # no me guarden luto # que las mujeres no griten # y los hombres gocen mucho». Para no alargar la lista: “El guardia del arsenal”, interpretado por su autor Luis -Terror- Días y por Sandy Reyes, cantante de Dionis Fernández y El Equipo, quienes testifican que “en la vela del cabo del cabo Sánchez Benítez # oigan lo que me pasó # el teniente metido en palos y romo # a mi muchacho apresó». La mayoría de nuestros folkloristas nos han descrito el baquiní (palabra africana, según Deive= baquiné=baquiní), ritual para los niños muertos bien estudiado por Fernando Ortiz, antropólogo cubano.
§ 36. Por supuesto, que en esta poética de la muerte no faltan las premociones cuando alguien fallece, asesinado o por muerte natural. Alguien cuenta o escribe que al difunto le previnieron de tal cosa o cual cosa. O que en sueño se le apareció al héroe o a la heroína del relato, un espíritu solicitándole le avisara a Fulano que no fuera o viajara ese día al interior en carro o al extranjero en avión. César fue avisado por una mujer que no fuera al Senado; Trujillo fue avisado del complot y no creyó en eso o que una mujer anónima tuvo un sueño donde le aconsejaba a Trujillo no ir a San Cristóbal ese día. Estas consejas son tema de conversación en cualquier velorio, sea de clase alta, media o baja o que el funeral se lleva a cabo en casa propia como el de Ma Paula o en funeraria, quien pueda pagarla.
§ 37. A propósito de funerales, los cementerios, su historia o la contabilidad de los muertos enterrados en ellos, se han puesto de moda. Franklin Gutiérrez, intelectual de la diáspora neoyorquina, se tomó el trabajo de censar algunas de las lápidas más interesantes, de acuerdo con el nivel sociocultural de los deudos, en varios camposantos en De cementerios, varones y tumbas. Múltiples caras de la muerte en la cultura y la literatura dominicana (Santo Domingo: Ministerio de Cultura, 2012). No contento con esta obra, el hombre viajó a París, Madrid, Miami y Puerto Rico hasta dar con los huesos de la familia Trujillo en Las tumbas de los Trujillo (Santo Domingo: Búho, 2016). No le faltaron los cementerios de Santo Domingo, Yamasá y otros lugares del interior.
§ 38. No se quedó a la zaga la especialista en geografía urbana y planificación territorial, doctora de la Sorbona, nacionalizada dominicana y profesora de la UASD, Amparo Chantada (Orán, 1945-Santo Domingo, 2025), quien, con un vuelo metodológico superior a los libros de Gutiérrez, escribió una documentada obra, creo que única, titulada El cementerio de la avenida Independencia y Santo Domingo amurallada. Memoria urbana, identidad caribeña y modernidad (Santo Domingo: Archivo General de la Nación. 2017), la cual recomiendo vivamente a los curiosos que se interesan en estos asuntos de poética de la muerte.
§ 39. Esquelas mortuorias, misas, horas santas, novenarios y cabos de año. Estos rituales, si no implican obsesión necrofílica, son legítimos en tanto deseo de recordar a los seres queridos. Según los sicólogos, los siquiatras y los sicoanalistas, la situación se complica cuando el deudo convierte en ritual repetitivo, casi al infinito, estas manifestaciones de duelo. Es como si quisieran recordarse a sí mismos y recordar al mundo que esa persona fallecida sigue viva. Otra manifestación menos perturbadora, pero que se convierte en necedad radica en el hecho de que no bien ha circulado la noticia del fallecimiento de alguien con incidencia política, empresarial, eclesiástica, cultural, social, intelectual o literaria, comienza de inmediato una letanía de elogios, sobre todo a través de los medios y las redes sociales, aparte de las esquelas mortuorias de instituciones públicas y privadas que se van en encomios hiperbólicos sobre las bondades y logros del sujeto fallecido, muchos de estos elogios, falsos o fingidos. Estas publicaciones institucionales pagadas con dinero de los contribuyentes fueron censuradas por Juan Bosch como práctica clientelista y patrimonialista. A veces se traducen estas condolencias a deudos de la burocracia estatal o celebraciones de cumpleaños a los jefes en franca confusión entre lo público y la privado.
§ 40. Los que tercian la pluma y poseen el privilegio del acceso a los medios, producen hiperbólicos y edulcorantes artículos narcisistas para resaltar la relación de amistad del articulista con el occiso, quien ha sido, según él, una pérdida irreparable para el país. Se han dado casos patológicos de familiares que no han superado el duelo de la persona fallecida y en cada mes de su partida celebran misa de recordación o, anualmente celebran la misa y pagan páginas de periódicos para lamentar el triste acontecimiento. Es un tema de estudio sociológico, sicológico, siquiátrico, sicoanalítico o de la sicogenealogía.
§ 41. Como en estos lances de una poética de la muerte no debe faltar la voz de un poeta, he escogido al poeta Apolinar Núñez, decididamente fuñón, quien para mi sorpresa le ha dedicado nada más y nada menos que un libro a la muerte, pero primero a la vida. Una y otra son una sola misma cosa. El título: Pasión por la vida y la muerte (Santo Domingo: Ediciones de la Secretaría de Estado de Cultura, 2005). Todos los poemas de la primera parte del libro son transformaciones importantes de la ideología del discurso sobre la muerte en nuestra cultura, aunque los últimos dos poemas – “Cuando yo muera” y “El poeta habla con la muerte a la sombra de los poetas antiguos- son una concesión del narrador a la metafísica, la fijadora por excelencia de los estereotipos semánticos de lo sagrado, como intentaré demostrarlo en una próxima entrega. (FIN).