“Pokemon… ¡Pobre Mon!”

“Pokemon… ¡Pobre Mon!”

“¡¡¡Ssshhhiiii…. Estoy concentrado…. No me molesten con llamadas y saludos…. Ssshhiiiiii!!!” –así habla para sí nuestro amigo Píndaro, mientras camina sin rumbo fijo en medio del Parque Zoológico-… Camina errático, mirando hacia un dispositivo al que llaman celular, cuya pantalla brilla mientras él se esfuerza en mover sus dedos pulgares en distintos puntos de ella… Su boca muerde sus labios mientras los mueve para ambos lados… Abre su boca y exclama: “¡¡¡Te jodí!!!… ¡¡¡Te maté!!!”… ¿A quién mató Píndaro?…
Desde unos metros detrás de él, Genargo le grita: “¡¡¡Cuidadoooooo!!!”… Bien no había terminado de advertirle, cuando Píndaro choca contra una mata de espinas, resbala en un lodazal y cae bruscamente al suelo… Rueda unos pasos y, sin poder percibirlo, cae en un hoyo de la alcantarilla que nunca ha sido reparado… ¡Chulumpún!, suena el tablazo… Al poco rato y ante la mirada de Genargo y varios curiosos que se arremolinaron al noble y sufrido, Píndaro se atreve a sacar su cabeza.,. llena de lodo… En su mano izquierda todavía es capaz de sostener su ‘celular’, que ahora ya no tiene su nuevo juego Pokemon Go… La risa de todos no se hace esperar… De todo un respetado señor, pasó a ser el estúpido del Zoo… El Poketonto… Una nueva especie a ser registrada en el futuro inmediato…
“Píndaro –dice Genargo-, vámonos pa’l campo y allá podrás seguir jugando”… A lo que su amigo responde afirmativamente… Ambos toman entonces un vehículo y enfilan hacia el norte del país… Mientras agotan los kilómetros, Genargo lee algunas noticias internacionales… “Tom Currie, de Nueva Zelanda y con sólo 24 años, dejó su trabajo estable para dedicarse a perseguir Pokemones… Dos personas decidieron emprender una jornada de persecución de Pokemones y, en su afán por matar a los que les aparecían en sus pantallas, sin darse cuenta escalaron una montaña en Encinitas, California, alcanzando los 80 pies de altura y, por descuido y súper concentración en su nuevo juego, cayeron al vacío descalabrándose y terminando en el Hospital Memorial La Jolla, de esa localidad…”, sigue la lectura, mientras ambos van abriendo sus ojazos..
En medio de su trayecto, Píndaro se antoja de hacer una parada para saciar el hambre que le agobia… Se detiene en un descampado… ve un colmado… compra unos salchichones con pan de agua y un refresco… y, mientras descansa un poco, sin darse cuenta enciende su celular que ya ha sido renovado en una tienda suplidora… Con una mano sosteniendo su sanduchito y el refresco, con la otra lucha por iniciar una inesperada persecución a un nuevo Pokemon que le ha aparecido en su pantalla…
“¡Píndaro! –le grita Genargo-, Pokemon Go es un juego que, con sus monstruos digitales que se convierten en adorables personajes, te puede causar lesiones… A través del GPS, sus figuras se combinan con el mundo físico pues saben que ahora estamos en el campo… Mira lo que dice aquí –indica señalando a una noticia digital-, Mike Schultz, de solo 21 años y nativo de Nueva York, se cayó de su patineta por estar viendo su teléfono al ir buscando criaturas… Se cortó una de sus manos al dar con el piso… Y… ¡miraaaaa! –grita espantado-, Dakota Schwartz, de San Francisco, California, su dislocó un tobillo mientras perseguía a un monstruo en forma de dinosaurio que usa una calavera con casco… Y, Stephanie Frosch se llevó de encuentro un hidrante mientras corría detrás de un Pokemon”… No bien ha terminado de leer esta noticia, cuando levanta su cabeza… mira ambos lados y no ve a Píndaro por ningún lado… Preocupado, sube su voz y grita: “¡¡¡Heyyyyyyy!!!… ¿¿¿ Dónde te has metido???”… Desde un espacio superior, se oye una asustada voz… “Aquíííí”… Es Píndaro, que desde la rama más alta de una mata de mango trata de mantenerse en equilibrio para no caer al vacío…
En cuestión de segundos, una lluvia de piedras zumban por los aires mientras chocan con los mangos bajitos sin lograr tumbarlos… Algunas de ellas, ahora con más fuerza, empiezan a pasarle cerca a nuestro amigo y casi le pegan… Un grupo de jóvenes de la zona han iniciado el mismo juego pero, ahora, sus Pokemones se confunden con el mismo Píndaro que, sin estar maroteando, es ahora víctima de su propio juego que, a propósito, nada nuevo le ha aportado a su intelecto y lo ha llevado a ser bautizado con el mote de “Pokemon… Pobre Mon”.

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