«Por qué estamos Polarizados» del brillante periodista Ezra Klein, más que un libro que recoge los fundamentos ideológicos, así como la fortaleza y debilidades de los Partidos Demócrata y Republicanos, de los Estados Unidos, el mismo es un texto que nos pone a reflexionar sobre el accionar de sus homólogos (es decir los partidos), de estos países tercermundistas.
En la página 11, el prologuista Luis Miller, establece un discurso que aunque él mismo lo refiere tanto para Europa como para los Estados Unidos, sin embargo, al reflexionar y ajustarlo a nuestras propias realidades latinoamericanas, nosotros terminamos dándole la razón cuando establece que “los partidos son grupos cada vez más homogéneos de puertas adentro, y más diferentes entre sí”.
Y más adelante continúa diciendo, que “Esto que hoy nos puede parecer normal, especialmente desde una óptica europea, donde los partidos responden más a la ideologías concretas, no siempre fue así en el caso de los Norteamericanos, donde como argumenta Klein, no es hasta mediado del siglo XX cuando los partidos comienzan a polarizarse ideológicamente”.
Según nos adentramos para conocer las interioridades de los dos partidos, ejes centrales del sistema político norteamericano, uno no puede dejar de hacer comparaciones con nuestro sistema político imperante.
De inmediato, nos llegan las imágenes de los símbolos de los grandes partidos del sistema de nuestros países. De pronto uno como que se sumerge en todas las propagandas que a manera de propuestas esos mismos partidos nos vienen vendiendo en cada uno de los procesos electorales.
Por ejemplo, y es una realidad cada vez más marcada, que en los países con más baja educación política, es donde impera la falta más elevada de ideología a lo interno de los mismos partidos, algo muy peligroso para los diversos sistemas políticos de nuestras naciones.
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Según hemos observado, muchos de nuestros partidos, más que grupos con una clara señal de hacia dónde podrían enrumbarse para poner sus habilidades al servicio de los pueblos, tomando como base primigenia sus postulados ideológicos, estos más bien se han convertidos, en maquinarias electoreras, cuyo fin principal no es otro más que alcanzar el poder como corona política.
Aunque suene un poco extraño decirlo, pero luego de la muerte del dictador, Rafael Leónidas Trujillo Molina, en la República Dominicana, que es el caso que dentro del presente análisis nos ocupa desde el punto de vista latinoamericano, han sido los Partidos de la Liberación Dominicana (PLD) y el Revolucionario Dominicano (PRD), los que han tenido mayores profundización de cara al adoctrinamiento de sus miembros.
Mientras en los Estados Unidos, los dos partidos del sistema, es decir el Republicano y el Demócrata trabajan de cara al fortalecimiento de sus cumbres dirigenciales, aquí la situación no ha sido igual, pues cada cierto tiempo la polarización cambia de traje, y en ella se visten los fanáticos electorales, los cuales cambian de parcela, esto de acuerdo a los intereses que mueve a cada quien.
Contrario a los Estados Unidos en donde observamos un mayor grado de institucionalidad en cuanto al bipartidismo se refiere, aquí, no, ya que estos se mueven de acuerdo a los intereses del partido que ostenta el poder.
Mediante estrategias que a mi modo de ver no son las más correctas, sus dirigentes diseñan todo tipo de artimañas, en donde se escogen como rivales entre sí, para de esta manera sacar de contexto o del escenario a un tercero o una cuarta organización, y con esto, forzar a negociaciones que bien podrían garantizar el poder de manera total, o una importante cuota del mismo.
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“Tomados por separado, los actores políticos a menudo ignoran los incentivos que condicionan sus decisiones y los investigadores académicos son ajenos a las motivaciones humanas que gobiernan el proceso de toma de decisiones en política”, página 31.
Sin embargo, el escritor nos dice casi en lo inmediato “he llegado a la conclusión de que el factor fundamental, el que es responsable de casi todas las divisorias y moldea de forma determinante el comportamiento de los participantes, es la lógica de la polarización”, página 32.
Muchos de quienes nos dedicamos al estudio, análisis y a la contextualización de los diversos temas que tienen que ver con el desarrollo de los partidos políticos como instrumentos de poder, hemos llegado a la conclusión, de que en nuestros países deben de obligar mediante términos constitucionales, a que estas organizaciones destinen recursos a la implementación de la educación de sus miembros, dirigentes y hasta simpatizantes.
Nota importante: ver Ley 33-18 sobre Partidos, Movimientos y Agrupaciones Políticas, en su Capítulo IV, desde el artículo 34 hasta el 39.
De acuerdo a Ezra Klein, “Durante los últimos cincuenta años, nuestras identidades partidistas se han fusionado con nuestra identidades raciales (en el caso de los Estados Unidos si, en nuestros países latinoamericanos, esto no ha funcionado mucho – esto último lo decimos nosotros-) religiosas geográficas ideológicas y culturales”, página 35.
Tal y como decíamos al principio, el mismo Ezra Klein lo subraya y con mucha razón, que “La política estadounidense ofrece (contrario a nuestros países del tercer mundo), la reconfortante ilusión de estabilidad. El Partido Demócrata y el Partido Republicano han dominado las elecciones desde 1846, luchando por el poder y la popularidad durante todo el tiempo”, página 37.
En muchos de nuestros países, los partidos políticos, más que interesarse por lo que es la educación en base a sus ideologías, estos más bien son formadores de masas, cuyos ejes temáticos casi siempre giran en torno al seguimiento de pequeñas tribus, las cuales, dentro de los mismos toman fuerzas como tendencias o grupos, y cuyos líderes o dirigentes se erigen en caudillos dentro de las mismas organizaciones.
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Esos caudillos, lo hacen para de esta resguardar ciertas dosis de poder a lo interno, “por cualquier cosa que pueda pasar” y así poder asegurar su futuro político inmediato.
Por la falta de una sustentación ideológica teniendo como base la misma educación política de sus membresías, es que Ezra Klein, nos señala en la página 182, que “la mayoría de las personas que siguen la política lo hacen a modo de pasatiempo; la siguen de la misma forma que seguirían un deporte o un pasatiempo de música”.
Casi todos nuestros partidos no cuentan con un cuerpo de comunicadores políticos al servicio de sus intereses ideológicos.
Mucho menos con algún que otro medio de comunicación, desde donde se puedan no solo servir las informaciones que en materia comunicativas informen al conglomerado sobre sus diversas actividades, sino además que dentro de sus páginas puedan insertar artículos educativos que tiendan a fortalecer sus líneas formativas en materia de lo que es su ideología.
Finalmente establecemos, que otras de las grandes debilidades que enfrentan los partidos, es que muchos de estos, no les dan la importancia necesaria a los que son los verdaderos profesionales de la política, como son los politólogos.
Si se le diera la importancia necesaria al politólogo – profesional, este bien podría ser uno de los canalizadores que en materia de orientación pudieran rendir para beneficio de lo que tendrían que ser los aspectos ideológicos de esas entidades, las cuales, se hacen llamar partidos políticos.