Nueva York (EFE).- Los registros policiales en la red de transporte de Nueva York han generado una polémica y sentimientos encontrados en la ciudadanía, que se ve obligada a sacrificar su intimidad por la seguridad y en algunos casos se muestra escéptica.
Las inspecciones de bolsos y equipajes de pasajeros comenzaron ayer, horas después de las explosiones en el metro de Londres, y continuaban hoy en horas punta en la red local de transporte de Nueva York, que incluye metro, autobús y transbordadores.
Hoy el gobernador de Nueva Jersey, Richard Codey, anunció que la medida también se aplicarán en este estado, vecino de Nueva York, a partir del lunes y dijo que esperaba que los usuarios «comprenderán que cierto grado de inconveniencia es necesaria para mantener nuestro sistema de transito tan seguro y seguro como sea posible».
La Unión de Libertades Civiles de Nueva York (NYCLU, en inglés) destacó hoy que las nuevas medidas son «inconstitucionales» y «poco efectivas» para garantizar la seguridad de millones de personas que utilizan el transporte público cada día.
Además, Donna Lieberman, directora ejecutiva de NYCLU, subrayó que los registros son como «buscar una aguja en un pajar» y, más que aportar seguridad al ciudadano, suponen una molestia, que puede derivar en una discriminación política o religiosa.
Desde el pasado jueves, se percibe una mayor presencia y vigilancia policial en las calles, especialmente en áreas próximas a las estaciones, que ha originado algunos arrestos por delitos presuntamente sin relación con actividades terroristas.
Según fuentes policiales, un hombre, que había sido detenido en 1996 por estar en posesión de una bomba, fue arrestado ayer, en la estación de tren de Brentwood, por llevar armas en la furgoneta en la que viajaba.
La red de metro de Nueva York es la mayor del país, con 468 estaciones y varias entradas por cada una de ellas, que son utilizadas por 4,5 millones de personas cada día.
Las inspecciones se producen normalmente antes de acceder a la estación, si bien la Policía puede reclamar el equipaje de los pasajeros una vez que ya han pagado el billete, aunque no se les permitirá realizar el viaje si se niegan a mostrar sus pertenencias.
El gobernador de Nueva York, George Pataki, destacó ayer que la ciudad mantiene desde el 11 de septiembre de 2001 «el nivel de alerta naranja», el segundo más grave en una escala de cinco.
De hecho, la terminal de tren de Grand Central, por la que pasan al día 600.000 personas, está vigilada desde hace meses por la policía local, estatal y el ejército.
En los paneles de información de la estación, se comunica a los usuarios que la policía realiza registros a los pasajeros seleccionados de forma aleatoria y piden a los ciudadanos que comuniquen cualquier actitud sospechosa.
También han sido colocados carteles informativos en accesos del metro, donde hoy televisiones locales filmaban esta nueva actividad policial ante la que unos pasajeros muestran satisfacción, por darles mayor tranquilidad, y otros expresan escepticismo o resignación.
El despliegue policial es, no obstante, irregular y así como era patente en alguna estación neurálgica de Manhattan, otras con intenso tráfico de pasajeros estaban libres de control.
En la estación de metro de Times Square, frecuentada por numerosos turistas, Philippe Hem, de Francia, explicó a EFE, que la presencia de policías le hace sentir «más seguro», mientras que Lou John, del estado de Georgia, consideró esta medida «magnífica».
Sin embargo, la cubano-estadounidense Verónica Caballero estimó que era positivo si es la única forma de impedir actividades terroristas, pero admitió que viola la intimidad del pasajero.
Michelle, una joven de raza negra que prefirió no facilitar su apellido, destacó que se siente «ofendida» por esta iniciativa y «no porque la considere racista, sino porque no me gusta que miren lo que tengo en mi bolso, ni si quiera en mi casa».
Sophanna Tmot, que reside en la zona norte de Nueva York, destacó que no le «molestan» este tipo de controles y aseguró que estas medidas de seguridad «no se tomaban antes del 11 de septiembre», en alusión a los atentados ocurridos en 2001 en Estados Unidos.