Policía, equipos y servicio

Policía, equipos y servicio

JOSÉ ALFREDO PRIDA BUSTO
En este maravilloso país situado en el camino del sol, paraíso en el medio del Caribe y mil piropos más, al que no anda «aguzao», como dicen nuestros vecinos, se lo comen vivo sin contemplaciones. Es penoso que los miembros de la sociedad, que tenemos que dedicar nuestro tiempo a otras cosas, como producir para que otros coman, debamos utilizar parte de él para llamar la atención de las autoridades y, finalmente, tratar de fiscalizarlas y controlarlas en sus «ejecutorias», siendo el caso que a esas autoridades se les paga para que hagan el trabajo completo.

Teniendo que oír, además, de esas mismas autoridades, desafortunadas declaraciones en la prensa para justificar el hecho de que si las cosas van mal es porque deben ir mal.

Ayer se publicó en los diarios que se va a invertir la «módica» suma de 24 millones de dólares en equipar a la policía con vehículos, dispositivos de comunicación, y demás parafernalia propia de esa institución. Y se habla de «equipar», en vez de decir, «equipar de nuevo». Porque ¿cuántas veces hemos visto al cuerpo del orden estrenar flamante vehículos? Varias, por no decir muchas, ya que la vida útil de los vehículos públicos tiene una cortedad digna del libro Guinnes de récords. Hasta hace una tiempo, prácticamente cada vez que se inauguraba un período presidencial se dotaba a los uniformados de nuevas unidades. Hoy de una marca, mañana de otra, dependiendo de quién ocupara la silla de los alfileres y quiénes fueran sus empresarios más allegados y, por ende, preferidos para el asunto de la contraticas. !Vaya!

Y otra cosa, cuando se va a hacer algo así se habla de invertir, pero en el caso que nos ocupa, cabe mejor el término gastar. Porque, indefectiblemente, según lo que todos hemos podido ver, al poco tiempo de los fabulosos estrenos, lo que circulaba por las calles y carreteras eran vehículos que parecían sacados de cualquier solar de hierros viejos. Chocados, sin pintura, con las luces rotas, las gomas lisas como vejigas de cumpleaños, y un largo etcétera de nuevas características, peores por supuesto, adquiridas por las unidades móviles en cuestión de pocos meses.

Es necesario comentar que eso mismo ha sucedido con las no menos flamantes guaguas que, a unos costos multimillonarios, varios gobiernos han puesto a la disposición de caníbales desaprensivos para dar servicio de transporte público. OMSA, ONATRATE, o como se las quiera llamar, dependiendo del momento y del gobierno de turno, esas instituciones de servicio han convertido en cuestión de días flotas enteras de valiosos vehículos en chatarra inservible. Y nadie ha castigado a nadie. Porque lo que es público lo que es público no le duele a nadie. Y no hay organismos de supervisión funcionales. Hay botellas que quizás participen del desmantelamiento de las unidades haciéndose de la vista gorda. Y así no se puede, amigos míos.

En estos tiempos, afortunadamente ya estamos casi todos conscientes de que los dineros que manejan los gobiernos son nuestros. Provienen de los siempre crecientes impuestos que son rebajados de nuestros sueldos en mil formas diferentes: renta, ITBIS,  porcentajes, recargos, «ayudas voluntarias»,. etc., etc., etc., (porque los políticos son sumamente creativos). Y no estamos dispuestos a que se dilapiden alegremente.

Que la policía necesita esos equipos, es un hecho. Pero que esos equipos son propiedad de todos los ciudadanos de este país es también un hecho. De modo que queremos verlos siempre en buenas condiciones y listos a prestar los servicios para los que son designados. No queremos más excusas. El o los que tengan un vehículo a su cargo deben ser responsables del mismo y mantenerlo como el día en que se lo entregaron. Si lo dañan, que lo paguen. No queremos que dentro de un par de meses, cuando llamemos para solicitar una patrulla, nos digan que el carro no camina porque la falta una pieza que alguien le quitó para venderla por ahí. O que no tiene gomas por la misma razón. Y ¡por Dios!, que nos detengan en la calle o en la carretera a cada rato para hacernos víctimas del «picoteo» para la gasolina.

La Policía Nacional está en este momento, a mi juicio, en el nivel más bajo de aceptación ciudadana de toda su historia. En gran medida, ellos mismos han sido responsables por mil razones y circunstancias. Y por más que digan que se están haciendo casos para mejorar la imagen, ya hay una espina profundamente clavada en el sentir de la gente. Muchos hemos  tenido que soportar abusos, hemos visto cosas suceder ante nuestras narices sin que haya nadie para evitarlo. O que no lo hayan evitado estando en el lugar, no se sabe por qué razón, si por miedo o por interés. A veces nos han maltratado de palabra y de obra personas que no tienen la preparación necesaria para tratar con los demás y que quizás piensan que el tener un arma colgando de la cintura los hace superiores e invencibles. Esperamos que las cosas cambien realmente y que todos nos beneficiemos del cambio, porque sería muy duro tener que pensar en alguna otra alternativa.

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