Policía y justicia

Policía y justicia

DANILO CRUZ PICHARDO
Hace varios años que sugerí, a través de mi programa radiofónico, que la Policía Nacional sea disuelta y que en su lugar sea creada una institución con jóvenes educados, decentes y bien remunerados, para que de esa forma se pueda preservar el orden público, la paz y la tranquilidad ciudadanas y enfrentar y prevenir adecuadamente la delincuencia en una sociedad, como la nuestra, que desde hace algún tiempo viene presentando indicios de descomposición.

Esa propuesta cayó en el vacío, porque nadie hizo caso a la misma, pese a que organismos nacionales e internacionales levantaban su voz de alarma por las ejecuciones de ciudadanos dominicanos por parte de miembros de la Policía Nacional, bajo el manido alegato de intercambio de disparos, aunque la mayoría de las víctimas presentaban orificios de bala en las espaldas, nalgas y nucas.

Generalmente las víctimas eran calificadas como «delincuentes peligrosos», que andaban fuertemente armados, con un alto rosario de delitos criminales cometidos, atacaban a la uniformada y ésta se veía en la necesidad de repeler la agresión. Esperan casi siempre los mismos términos, una especie de cliché, como si la gente fuese tan ingenua para dar crédito a mentiras vulgares y, en el menor de los casos, a verdades a medias.

Siempre he tenido la creencia de que entre las víctimas había delincuentes, pero también personas inocentes. Aún ante la hipótesis de que todos sean antisociales y otros objetivos usados por el cuerpo del orden, bajo ningún concepto se justifican sus ejecuciones, simplemente se debía proceder a su apresamiento, elaboración de expediente con las pruebas de lugar y envío a la justicia, la cual decidiría finalmente la suerte de esos reclusos.

Pero no sólo las ejecuciones cometidas por la Policía Nacional eran motivo de alarma. Se pudo establecer que muchos miembros de la uniformada participaban en actos delictivos, como robo, asalto y atraco. Inclusive se decía que determinados oficiales dirigían bandas delincuenciales, cobraban peaje para dejarlas operar en determinadas áreas geográficas, actuaban en contubernio con los delincuentes y cuando ya no les resultaban útil los eliminaban mediante los famosos «intercambio de disparos».

Todas esas fechorías llevan a la conclusión de que esa institución (pagada por el pueblo dominicano) estaba constituida, salvo excepciones, por individuos moralmente descalificados, porque no tenían nada que envidiar a los miembros de las bandas delincuenciales que en los últimos años han llevado la intranquilidad a la familia dominicana. ¿Hasta dónde vale la pena pagar un presupuesto a una institución que hace lo contrario de lo que debía de hacer?

No me produjo ninguna sorpresa la noticia reciente de que decenas de vehículos de lujo robados, pero recuperados por la policía, eran usados por oficiales de esa institución, porque ese es un delito menor con relación a las especulaciones que se formulan sobre la conducta policial, sin que el ex presidente Hipólito Mejía ponga un ejemplo, lo que lleva a pensar que entre «el gobierno pasado y una plata de mierda no había ninguna diferencia».

Ahora con el cambio de gobierno y con una nueva jefatura policial la gente espera otra conducta de la Policía Nacional, para recuperar la confianza perdida. Se requiere una rigurosa depuración de todos los miembros del cuerpo del orden, erradicar la delincuencia interna, sancionando debidamente a aquellos que participen en actos delictuosos.

En esa política de profilaxis la Policía Nacional deberá tener cuidado con los jóvenes que engancha, investigando sus antecedentes y exigiendo cierto nivel de escolaridad. Además, para adecentar a esa institución es necesario que sus miembros reciban sueldos adecuados y no de miseria, porque ese podría ser un factor que lo lleve a delinquir. Habría que colocarse en el lugar de un policía raso con una mujer y tres muchachos y sin dinero para la comida. Un hombre armado y sin dinero es un peligro en cualquier país del mundo.

Necesitamos a una Policía Nacional profesionalizada, tecnificada, equipada y bien remunerada, para que de esa forma se prevenga y se enfrenta a la delincuencia, en una sociedad que trilla el camino de la descomposición. Necesitamos a una Policía Nacional que preserve el orden público y lleve confianza a la ciudadanía.

Esa es la policía que demanda la sociedad dominicana. Ojalá y ese sueño se cumpla. Y en compañía de una verdadera justicia, porque ese es el otro problema. He visto a oficiales policiales quejarse, con toda razón, sobre los inconvenientes y dificultades que enfrentan para el apresamiento de delincuentes que al cabo de corto tiempo la justicia alegremente pone en libertad. ¡Qué barbaridad!

Desde la justicia se cometen muchas injusticias. Y un ejemplo lo constituye el pedido de 15 años de prisión en contra de dos personas acusadas, en San Juan de la Maguana, de robarse un par de gallinas, tratándose de un caso insignificante si se compara con las quiebras fraudulentas de tres bancos nacionales y cuyos autores están todos en libertad.

Las instituciones y empresas públicas han sido desfalcadas por antiguos funcionarios y ninguno de ellos ha cumplido una condena de diez años de cárcel. Contrariamente andan por las calles en vehículos lujosos y exhibiendo grandes fortunas que no tienen forma de justificar. Para esos señores no hay justicia.

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