Política de producción

Política de producción

Baní es la capital del mango. Fincas que operan en jurisdicciones que son Municipios o Distritos Municipales que fueron Secciones del Municipio de Baní, tienen vastos sembradíos de la fruta. Una reciente feria realizada en el tradicional parque de la capital de la provincia Peravia probó la exquisitez de la fruta. Bueno, esto lo sabe todo el que come una fruta de éstas, en sazón.

Mao es la capital del guineo. Territorios del Municipio de Ámina, que fue Sección de aquél Municipio, y lugares como Hato Viejo o Güaragüanó, mantienen sembradíos inmensos. Basta viajar por la carretera de La Canela para contemplar las extensiones de esta musácea, hasta perderse de vista en el horizonte. Al acercarse el viajero al Municipio de La Canela, antigua Sección del Municipio de Santiago, se entra a tierras en las que el guineo comparte su reinado con la piña.

Pero no es, esa subregión, capital de la piña. Tal vez convenga buscar los cultivos de la misma en tierras que fueron de la caña de azúcar desde 1948 hasta 1987. Hablo de las tierras que se extienden, entre oteros y cerros, en las jurisdicciones de los Municipios de Fantino y Cevicos. El país tiene piña sembrada, sin embargo, en muchos lugares. En los alrededores de las comunidades mencionadas, sin embargo, una empresa extranjera creó la cultura de la piña. Sustituyó con éxito, en tierras del Ingenio Río Haina, la caña. Esta, a su vez, había suplantado en esos mismos lugares, doce lustros atrás, árboles por los que volaban brujas y en los que nacía y crecía el espanto.

Galván es semi-capital de la uva. Debí escribir capital de la uva. Porque este Municipio de la Provincia de Bahoruco siembra uvas desde la época del Jefe. Y quienes siembran la venden como fruta, la machacan y venden su mosto, algunos se aventuran a producir vinos artesanales, y unos pocos preparan compotas. Les falta mucho, sin embargo, pues, el clima humano no es del todo propicio a la siembra de una fruta tan delicada. Porque la uva tiene sus bemoles. Y cuando algún director del organismo público a cargo del fomento de esta siembra intenta hacer algo fructuoso, la política lo expulsa.

La guanábana, en cambio, no tiene capital. Como no lo tiene otra extraña fruta natural de la isla, el cajuil. Ni la tiene la pera criolla. Ni la tiene una leguminosa introducida como el tamarindo. Y de este modo, mencionando vegetales endémicos y propios, o introducidos, debía continuar estas menciones de capitales faltantes. Pero a estas frutas y a otros productos autóctonos o introducidos, les falta algo más abrumador. Todas carecen de gobierno. De políticas públicas destinadas a su fomento en suelos aptos, a la creación de una cultura de su adecuado cultivo. A políticas que ayuden al productor y a los intermediarios a mercadearlas, sobre todo en el exterior.

Porque en naciones pobres como la nuestra, los gobiernos deben ser rectores y guías de sus pueblos, en cuestiones vitales como la producción y el comercio. No para que los gobernantes se lucren al involucrarse en los negocios. Sino para que, con sentido del bien común, impulsen a esos pueblos. Para procurar el equilibrio regenerador entre el ingreso y el costo de la vida. Y de este modo alcanzar más calidad de vida para todos.

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