Política, inteligencia y éxito

Política, inteligencia y éxito

FARID KURY
La actividad política es un ejercicio de inteligencia. En gran medida, el éxito en política es resultado de una práctica inteligente. De igual manera, un ejercicio torpe conduce al fracaso. Es difícil triunfar cuando la torpeza determina las decisiones.

Existe una vinculación entre política, inteligencia y éxito. También entre política, torpeza y fracaso.

La coyuntura es importante. Pero por sí sola no produce resultados halagüeños. Depende de cómo se maneje. La coyuntura puede ser favorable, pero decisiones torpes pueden estropearla, dañarla. También puede ser negativa y un ejercicio inteligente la hace favorable.

La política, se ha dicho, más que estrategia, es arte. Dominar ese arte es la clave del éxito. Ser un artista de la política es la diferencia entre un político torpe y uno inteligente. El torpe es lento y errático. El inteligente es capaz de tomar decisiones acertadas con velocidad.

Las crisis prueban el talento de los líderes. Les brindan oportunidades excelentes para demostrar sus condiciones. Son momentos buenos para crecer. También para decrecer. Si en vez de inteligencia, exhiben torpeza, vienen los errores y fracasos.

¿A qué viene todo eso?

Viene a raíz de la última encuesta de la Penn and Shoen que asigna a Leonel Fernández 50 por ciento, Miguel Vargas 35 y Amable Aristy 10. Comparada con encuestas anteriores en las que el presidente Fernández aparecía con 42, el candidato del PLD ha logrado un importante repunte de 8 por ciento.

Esa encuesta fue hecha después de la tormenta Noel. A mi juicio, lo que explica ese repunte es la inteligencia con que el presidente Fernández y su gobierno enfrentaron ese fenómeno atmosférico, y también los errores cometidos por el candidato presidencial del PRD.

El Presidente se puso personalmente al frente de la reconstrucción. La gente entendió que no estaba sola y que él hará todo para auxiliarla. Las masas golpeadas por la tormenta se sintieron protegidas. El país lo percibió como un hombre preocupado, conocedor de la magnitud del desastre y entregado a las soluciones.

Y como debía ser, tras las palabras, vinieron los hechos. El gobierno demostró eficiencia impresionante, diría inusual. Todos los sistemas de comunicación vial fueron restablecidos en poco tiempo. El sistema eléctrico también. No faltó comida en ningún lado. Los acueductos dañados fueron arreglados. Las viviendas destruidas fueron inmediatamente reconstruidas. Otras miles serán construidas.

Esa rapidez y eficiencia fortaleció la de por sí buena imagen del doctor Leonel Fernández como presidente y como candidato. Es lo que se desprende con claridad del estudio de la Penn and Shoen.

Mientras eso ocurría con el Presidente, el candidato presidencial perredeísta exhibía poca inteligencia. Carente de planes estratégicos, se concentró sólo en atacar al gobierno, lo que fue percibido por la población como un manejo político burdo destinado a aprovechar una desgracia nacional para fines políticos particulares.

El PRD debió unirse al dolor de la nación. Lució alejado del sentimiento nacional. No debió contribuir a que sea percibido como una organización oportunista capaz de colocar sus intereses políticos sobre la nación. En vez de lanzar ataques que lucían políticos, el PRD debió ponerse al servicio del gobierno en la tarea de la reconstrucción.

Eso hubiese sido lo inteligente, lo sensato. Pero el PRD, anclado en conductas pasadas, vio en la tormenta buena oportunidad para obtener ventajas políticas. Y eso la población lo percibió como un acto de mala fe y de puro oportunismo político.

Por eso, el presidente Fernández hoy cuenta con el 50 por ciento de la simpatía electoral. Esa realidad, a cinco meses de mayo, es difícil de modificar. Al menos, es mi opinión.

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