Política y austeridad

Política y austeridad

He referido antes y repetiré la conversación que sostuve con Juan Bosch una prima noche de 1966, en plena campaña electoral, en la cual él señalaba que para el año 1967 el Presupuesto de Ingresos y la Ley de Gastos Públicos debía ser de unos 200 millones de pesos de entonces.

Con solo impedir que los funcionarios civiles y militares sobrevalúen las compras y las contratas y se acabe el macuteo del 10 por ciento del Presupuesto, habrá 20 millones de pesos frescos para invertir en las necesidades del país.

Comentaba Bosch que esos 20 millones se sumarían a los otros destinados a las inversiones públicas, consignados en el Presupuesto.

Esa política, junto a un estricto plan de verdadera austeridad en el gasto, traería como consecuencia fondos no comprometidos que servirían para la inversión en las grandes necesidades de entonces.

Aquella conversación nunca pudo convertirse en realidad dado que a Juan Bosch no se le permitió ganar las elecciones y nunca más volvió a la Presidencia de la República.

Quien sí ejecutó una política de austeridad de gran éxito fue Joaquín Balaguer, quien entre 1966 y 1978 congeló los sueldos y salarios y mantuvo a raya los precios de los productos de primera necesidad con bastante buen éxito.

Y digo que con buen éxito ya que Balaguer amarró los gastos, disminuyó el dispendio y logró reunir dinero para realizar una obra física cuyos resultados están a la vista.

El respeto a los derechos humanos fue otro cantar.

Balaguer se dedicó más al desarrollo cosmético que el desarrollo integral. Por supuesto, la visión de Balaguer era una visión diferente a la que necesitaba el país: una visión política más agresiva en lo que se refiere al desarrollo agropecuario, industrial, comercial.

Una política de austeridad permite que un gobierno serio y honesto tenga más recursos libres, lo que servirá para realizar inversiones diversas en los campos donde se requiera la mano de la administración.

Una política de austeridad y una reorientación del gasto público es seguro que produce frutos que benefician a todo el país, a toda la sociedad.

Una política de austeridad implica una reorientación moral del gobierno, lo cual necesariamente contribuirá a un rescate ético que servirá de buen ejemplo a los gobernados.

Ese es el gran compromiso: Hipólito promete acabar con el uso indebido de vehículos del Estado, controlar gastos de tarjetas de créditos, teléfonos, uso de  combustibles por parte de los funcionarios, mantenerle un sueldo decente, eliminar las nominillas.

Las compras del Estado deben ser realizadas bajo un estricto control y los contratos de obras deben ser públicos, con esas y otras medidas de vigilancia, comenzaremos bien.

Votemos por la austeridad de Hipólito para progresar.

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