Política y hegemonía

Política y hegemonía

Es incuestionable que esta sociedad tiene ante sí una forma de dominación política caracterizada por un partido de gobierno cuya facción mayoritaria controla, de manera cuasi absoluta, las principales instituciones del Estado donde se toman las decisiones claves. Ese partido ha establecido una hegemonía política esencialmente clientelar, la cual el presente gobierno pretende fortalecer con recetas de organismos internacionales.

El conocimiento de ese aspecto esencial del actual régimen político, constituye la clave para una acción política con posibilidad de superarla. Sin ese conocimiento, la condena moral que mueve a la movilización sienten amplios sectores de la población por el estado de casi bancarrota económica, provocada por el saqueo del erario de parte del núcleo duro del entonces presidente Fernández y a la que el Ministerio Público del presente gobierno se niega a que se investigue, puede ser insuficiente para lograr su fin propuesto.

Los gobiernos del PLD han sido esencialmente autoritarios y en no pocas ocasiones han tenido expresiones represivas. Sin embargo, su dominio no ha descansado sólo en esos aspectos perversos de la dominación política, sino en la articulación de diversos sectores sociales, políticos e intelectuales (en sentido lato). Muchos de ellos venidos de los remanentes del balaguerismo y de su significativo sector pobre y desclasados, además de varios sectores empobrecidos y envilecidos por las políticas clientelares de éste y de anteriores gobiernos.

En tal sentido, como todo poder, ese dominio no sólo se basa en la fuerza, sino en una la aceptación de la dominación de parte de los dominados. La propaganda, la voz de las “bocinas” en los medios de comunicación, hacedores de opinión e incluso organizadores del debate, determinan una particular cultura política, donde temas como la corrupción se corrompen de tal manera que su importancia tiende a reducirse a un determinado segmento de la población.

La hegemonía de un grupo dominante es una articulación de voluntades con intereses individuales, en este caso, que se constituyen en colectivas debido a la voluntad política organizada de ese grupo. La articulación de esas voluntades, que son diversas, a los fines electorales tiene su objetivo meta en los sectores populares y para la reproducción y consolidación del sistema utiliza diversas instituciones: religiosas, educativas etc. O sea, un proyecto de hegemonía política no puede concebirse sólo en términos dicotómico (una clase contra otra), sino en una multiplicidad de actores e intereses.

Diversos sectores económicos, unidos a los intereses que en ese ámbito también tienen algunos dirigentes y militantes del partido oficial que forman parte de ese bloque de dominación política, con pretensiones de hacerlo también cultural. Por tal razón, es que insisto en que el enfrentamiento de ese bloque sólo puede ser exitoso si se hace en el terreno de la política, la cual ha sido y es la única vía de lograr mejoras de la población más vulnerable, la que está sometida a la hegemonía peledeísta.

En la incorporación de esos sectores a la lucha política descansa la posibilidad de articular una nueva hegemonía moral e intelectual, una voluntad colectiva de cambio  que regenere una sociedad que ya da nuestras de serios problemas de identidad y de atavismos ideales y políticos.

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