Política y mediocridad en la UASD

Política y mediocridad en la UASD

A lo largo de todos estos años de democracia y autonomía universitarias, hemos visto desfilar por el ruedo político universitario a centenares de personajes, llamados rectores, vice rectores etc.

Son pocos los que han brillado con la intensidad suficiente como para ser recordados una vez que dejan de estar iluminados por los focos de las cámaras y abandonados por las hordas de fanáticos seguidores: poco importa hayan acumulado sueldos, prebendas, jubilación y gloria efímera.

Rebuscando qué ha sido de esta gente, se comprueba que hay una diferencia entre los rectores de los primeros años y los actuales: anteriormente el político-rector o vice saliente volvía a su vida profesional; el actual acaba ascendido dentro de su partido con un cargo rimbombante, se transforma en asesor del gobierno, aspirante a presidente de la República o a senador. Otros se transforman en asesor de Rector porque no pueden o jamás han ejercido, son profesionales mediocres y malos políticos, su partido lo sabe, no lo usa.

La incapacidad para generar ideas o para analizar hace que esos asesores propicien solamente medidas de retaliación contra los perdedores, colocan a los nuevos vencedores en cargos honoríficos y abultan la nómina universitaria con personas que no harán ningún cambio, porque nunca lo han hecho cuando “estaban abajo” ahora que están “arriba”, menos porque saborean la victoria desde su sillón y su escritorio vacío: es lo único que saben hacer. La causa de todo esto es el propio sistema de partidos en la Universidad.

Un sistema que exige a sus líderes habilidades que son inútiles para ejercer la función de rector o de vice y la gestión de los recursos. Los políticos de la UASD de hace treinta años se rodeaban de colaboradores relevantes y capaces: profesionales.

Los actuales están obligados a corresponder las promesas realizadas y a pagar los favores colocando a miembros del partido o a esos famosos “culebros de la UASD” estos que forman pandillas (entre empleados y profesores), sin importar ideología o valores porque lo que cuenta es el carguito, ese chin de poder que permitirá castigar a los otros, o mejor aún, no harán nada, saborear el poder, sentados en su jeepeta recién comprada y que deben pagar a plazo. En este esquema, queda poco hueco para colocar al de las ideas en un puesto en el que las pueda desarrollar. Así se desmorona la UASD: el saber contra la mediocridad.

 

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