Política y políticos

Política y políticos

La escritora norteamericana de origen ruso Alissa Zinovievna, quien escribía bajo el seudónimo de Ayn Rand, en su novela “La Rebelión de Atlas», dijo lo siguiente: “cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino por el contrario son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada».

Parece ser que las prácticas y comportamientos  señalados por la mencionada escritora han proliferado tanto, que están produciendo una indignación generalizada a nivel internacional y local.

Los movimientos de protestas que se suceden continuamente en diversas partes del mundo, liderados por grupos de jóvenes hastiados de la falta de oportunidades, del descaro de la clase política, y en algunos casos de la ausencia de libertades, señalan claramente que la política y los políticos tienen que sintonizar con lo que a gritos hoy se pide, y que mañana podría exigirse de mala manera.

Es evidente que el distanciamiento gradual que desde hace tiempo se produce entre políticos y ciudadanos se ha convertido en un abismo.

No hay dudas de que la política, otrora pensada como un trabajo de servicio público, se ha convertido en una lucrativa actividad, y los políticos que son los beneficiarios principales de este “negocio” han perdido la vergüenza, exhibiendo con descaro un patrimonio y un estilo de vida que no pueden justificar, y que contribuye a reforzar la negativa opinión que se tiene sobre ellos y los partidos que los cobijan.

La ciudadanía contempla asombrada e irritada cómo implicados en sonados casos de corrupción se nominan a posiciones electivas y son elegidos, así como personas vinculadas a actividades “oscuras” permanecen como si nada en sus importantes cargos.

Los hechos parecen indicar que una parte importante de quienes votaban por los partidos del sistema, de repente han decidido no dejarse manipular.

Centenares de jóvenes desconocidos antes del estallido de las protestas, armados únicamente con sus teléfonos celulares, se han convertido en promotores de cambios que será muy difícil que los partidos y los políticos ignoren.

En nuestro país, en donde recientemente una huelga general recibió gran apoyo, las encuestas señalan un creciente rechazo a la actual forma de gobernar, que perjudican las aspiraciones del candidato del partido de Gobierno.

Existe una extendida percepción de malestar, que contradice el optimismo de las cifras de crecimiento económico que exhiben las autoridades gobernar mentales.

El año que viene tendremos elecciones presidenciales, y los ciudadanos tienen que escoger quién dirigirá el país.

El economista norteamericano John Galbraith dijo que la política no es otra cosa que elegir “entre lo desastroso y lo desagradable”. Esperamos,  que aquí no sea así.

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