Política y prensa

Política y prensa

En política, la percepción se fabrica de una y otra manera. Antes se usaba el rumor, ahora la coima, la compra de periodistas que venden su experiencia a cambio de unas monedas, muchas o pocas, pero corrupción al fin.

La percepción fabricada no convence a nadie. Y no convence a nadie porque quienes pagan para fabricarla saben que pisan un terreno minado de mentiras, quienes trabajan en la elaboración de imágenes, comentarios dejados caer, análisis, puyas y puyitas, saben que el andamiaje del edificio que construyen es débil y está condenado, mejor temprano que tarde, a quedar con el refajo al aire.

O puede que resulten tan descarados, en sus planteamientos y en su justificación del dinero que les pagan, que abran las piernas como Sharon Stone, sin tener con qué cubrir sus vergüenzas. Por supuesto que no les preocupa, como se decía antes: su vergüenza era verde y se la comieron los burros.

Esos vendidos siempre están dispuestos a volver, a devolverse, a presentar excusas que nadie les ha solicitado, a echarse por el piso en busca del decoro perdido.

El mamotreto que ponen a rodar está lleno, desde el principio, de todo el odio, la falta de respeto, la mentira. Son practicantes de aquel juego de niños en el cual uno del grupo ocultaba su rostro para intentar descubrir, sin mirar, a quien le pegaba al mandato de “amagar y no dar, dar sin reír, un pellizquito en el c… y mandarse a huir”.

Son los descubridores del allante que una vez andaban con una mano oculta donde sostenían algo y preguntaban que si es paja o si es plomito.

Frustrados adivinadores de feria, estrategas de finas frases y técnicas para engañar mediante el empleo de fuegos fatuos verbales. Maestros del disfraz cuya máscara los descubre cuando se quitan la careta y se ven en sus propios espejos.

Son los hijos de un Dorian Gray que no emborronó cuartillas, ni usó un micrófono ni expuso al espejo su rostro experto en ocultar la maldad.

Son, los bufones tristes, amargados porque nunca fueron llamados para desempeñar un papel principal, un papel de galán y tienen que pintarrajearse el rostro para actuar como camaleones.

Son los frustrados que como peloteros sólo llegaron a burdos imitadores de la gatita de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano.

La compra de la percepción sólo engaña al que paga, al que confía en que la venta de una imagen de manera machacona y chabacana va a lograr engañar a todo el mundo.

No se da cuenta de que puede quedar con la sábana por un canto, rodeado por hipócritas que no dan la cara que nunca se la juegan. A quien le sirva el flux…

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