Política y religión

Política y religión

SAMUEL SANTANA
De manera sorprendente se ha visto cómo en la campaña presidencial de Estados Unidos los candidatos han tomado la decisión de tomar muy en cuenta la religión.

La señora Hillary Clinton ha dicho públicamente que es miembro de una iglesia bautista y sostiene que su fe fue lo que le ayudó a mantener a salvo su matrimonio en los grandes tiempos de crisis.

El senador Barack Obama habla de su «relación personal» con Jesús.

Lo mismo ha estado ocurriendo con Rudolph Guilliani.

En los medios de comunicación a los candidatos se les ve articulando discursos en podium que tienen como fondo imágenes de santos, cruces y mensajes religiosos.

La prensa explota al máximo estas gráficas.

Se trata de una actitud extraña porque lo tradicional era aconsejar a los candidatos a mantenerse al margen de la religión, dado que no valía la pena identificarse con un sector que a la postre alteraría muy en poco los resultados y que lo único que haría es poner en riesgo la imagen del aspirante.

En el 1968 cuando George Romney corría para la candidatura presidencial por el Partido Republicano, sus contrincantes trataron de neutralizarlo esgrimiendo que era miembro de la congregación de los Mormones.

¿A qué se debe este cambio?

En una publicación reciente, el importante diario USA Today afirmó que casi todos los americanos están de acuerdo en sostener que la fe juega un papel prominente en la política de Estados Unidos.

Los candidatos Hillary Clinton, Barrack Obama y Rudolph Giuliani han reconocido este fenómeno, y por eso están tratando de hacer pronunciamientos y tomar posiciones que simpaticen tanto a los líderes religiosos como a la feligresía en general.

Se trata de una tendencia que viene creciendo al mismo nivel en que crecen las comunidades de fe a lo largo y ancho de Estados Unidos y de toda América Latina.

Los candidatos ya no se muestran tan abiertamente a favor de temas como  el aborto, la homosexualidad, el lesbianismo, la eutanasia, el genoma humano, entre otros.

Sus asesores tienen a manos las encuestas que indican el alto porcentaje de valoración que tienen estas discusiones en el corazón de las iglesias y de los líderes espirituales.

Hace poco, en un trabajo de profundidad, Prensa Asociada manifestaba que ahora en Estados Unidos los candidatos a la Presidencia se mostraban más afanados que nunca por lograr no conectar con la simpatía de los votantes religiosos.

La actitud de los candidatos norteamericanos hacia las manifestaciones espirituales indica que se trata de una realidad que hay que tomar muy en cuenta dentro de un proceso eleccionario.

Ya no es tan fácil para un político lanzarse en busca del poder sin que haga uso de cierta cautela entre los profesantes de alguna fe para evitar concitar su animadversión y, por el contrario, cavar nicho de simpatía entre ellos.

No es algo que se práctica sólo en Estados Unidos; lo mismo está ocurriendo a lo largo y ancho de toda América Latina, con candidatos y mandatarios que estrechan las manos de líderes religiosos y que hacen visitas a congregaciones, templos, concilios y hermandades.

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