Políticas y prácticas devoradoras

Políticas y prácticas devoradoras

Predomina en el liderazgo nacional el actuar sin ponderar las consecuencias futuras de su proceder, sin sopesar la posibilidad de caer víctimas de sus maquinaciones. Sembrando vientos sin percatarse de tempestades que pueden cosechar. Desbordando expectativas sin decantar la eventual reversión contra ellos mismos. Y contra el interés nacional.

No aprenden las lecciones de la historia. La maestra de revoluciones, la francesa, enseñó que sus principales líderes cayeron víctima de la violencia que propiciaron. Muchos de ellos, como Robespierre, Dantón y Vergniaud fueron ejecutados con el instrumento que instituyeron para castigar “contrarrevolucionarios”: la Guillotina. Vergniaud,  antes de ser guillotinado, sentenció una frase lapidaria: “la revolución, igual que Saturno, devora sus hijos”; expresión inmortalizada por Umberto Giordanio e Illica en su ópera sobre el también guillotinado poeta de la revolución Andrea Chénier.

Otras lecciones pudieran observarse en nuestro propio entorno. La ley sobre declaración jurada de bienes propiciada  por Jorge Blanco cuando fungía como senador, catapultó su posterior inculpación.

A espaldas de estas lecciones, el liderazgo nacional impulsa políticas y practicas devoradoras.

Cultiva la dependencia del Estado: Desde el alto número de empleados públicos; tenedores de recursos y bancos que prefieren no invertir o prestar dinero para pernoctarlo en el Banco Central y ganar intereses sin riesgo; empresas, como las eléctricas, y otras, se recuestan en el subsidio estatal sin preocuparse por ofrecer un servicio mejor y más barato; se pretende combatir la pobreza mediante tarjetas y bonos, fomentando ocio o vagancia incidentes en la delincuencia y la inseguridad que sufrimos. Todo ello succionando enormes recursos que devora la posibilidad de disciplina fiscal, e inhibiendo capacidades de emprendimiento requeridas para impulsar eficientemente producción y creación de puestos de trabajo.

Es devorador hacer creer que hay voluntad política para disciplinarnos dentro de un acuerdo con el FMI, cuando es éste organismo quien ha tomado la iniciativa de vigilarnos y financiarnos. Y fomentar un sistema educativo que rinde culto a pruebas nacionales que aplican y sancionan a estudiantes cuando quienes deben ser probados son los burócratas y profesores que diseñaron y aplicaron ese nocivo instrumento.

Especialmente resultará devorador contra  persecutores que retrotraen tardíamente expedientes relacionados con el mal manejo de la crisis bancaria del 2003, por la suspicacia que genera y la admisión implícita de complicidad con una corrupción combatida en función de intereses políticos-empresariales.

Y cuando los partidos que aúpan sin corregir las  prácticas precedentes, se entretienen con  leyes divorciadas de reclamos nacionales para corregirse a si mismos; olvidándose que son los llamados a transformar el Estado para que no termine devorado.

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