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La razón de la perduración de las decadencias es que se reproducen, engendran su continuación; es lo que tienen de verdaderamente terrible, lo que hace que la historia sea de una pavorosa inseguridad”.
Julián Marías.
Nuestro país vive un periodo de larga decadencia, porque se han enganchado a políticos gran número de ciudadanos, que han dejado demostrado a través de los últimos veinte y cinco años una capacidad que no tiene parangón en otros países de nuestra demarcación geográfica.
La mayoría de los políticos aun aquellos que todavía no trascienden la treintena de años, cambian de partido de acuerdo con la mesada que deducen pueden obtener en la primera oportunidad que se les presente o al golpe del cheque o el dinero en efectivo que simplemente se le señala que pueden conseguir sin el menor esfuerzo y rubor. Así hemos visto regidores en ayuntamientos, legisladores, falsos técnicos, funcionarios ineficientes y con otros tantos títulos, que su ideal máximo es el poder para beneficiarse de los cargos y la influencia que pueden ejercer para vivir una vida pasajera a cuerpo de rey. Este es sin lugar a dudas, el perfil genuino de muchos políticos dominicanos, desde luego, como es natural con contadas excepciones, por el común denominador, para el pueblo es la sospeche de corrupción, la venta de servicios especiales, el trapicheo y aceptación del soborno.
En medio del cuadro que describimos existe por lo bajo una guerra sorda entre los que se compran y los que se venden que llega a veces a condiciones que infunde dolor, porque se ha llegado a algunos casos a acusaciones personales o sospechas de aprobación indebida.