En este artículo seré muy directo, desde ahora debo escribir que en la República Dominicana los problemas que paralizan el crecimiento integral no son porque no poseemos riquezas naturales o porque no poseemos un suelo diverso y mucho menos porque no somos un país geocéntricos, el problema radica en que la mayoría de los que están insertados en las estructuras del gobierno dominicano, están ahí porque necesitan alimentarse de forma financiera, alimentar su poderío para fortalecer la debilidad de propósito o identidad que poseen, en una sola frase, son políticos oportunistas. No sienten compasión porque no poseen una vocación de servicio. Eso es lo primero y debemos de acentuarlo.
Debemos dejar cristalizado que los políticos oportunistas no se circunscriben a lo establecido en la constitución o a los intereses nacionales que tienen un impacto colectivo y que se ejecutan para sanear y solucionar los problemas básicos de su propia gente. Ese oportunismo es visceral, se mueven por reacciones muy intensas, como la desesperación, el hambre, la falta de empleo, esta actitud parasitaria es la que domina en combinación con el tigueraje o la mala práctica de una real política. El oportunista resuelve cosas y al mismo tiempo genera conflictos para permanecer en el círculo que maneja el poder. Ese oportunista actúa como si él fuera el centro del Estado.
Son los políticos oportunistas que generan las crisis que paralizan el desarrollo integral y equitativo de nuestra bella y productiva nación, la República Dominicana. Ellos actúan con motivaciones falsas y sin una real pasión. El poder los alimenta y el dinero le da influencia de seguir desarticulando aquella política de Estado que debería reinar. Esos comportamientos negativamente asimétricos son tan complejos, tan mágicos, que nos frisamos, nos congelamos formando una cultura de hipotermia espiritual que se manifiesta enquistándose en un actuar normal y justificado.
Un político que se basa en la verdad, o por lo menos tiende a extender la verdad, a intentar, es un político de Estado. El país está por encima de él, la constitución está por encima de los intereses personales, el imperio de la ley está claro y es realmente la única herramienta en la tierra que puede mantener a una República Dominicana próspera y con oportunidades. Cuando un político abraza una política de Estado sus movimientos surgen de la misma Constitución, con ideas y preceptos claros que trascienden períodos de gestión de gobierno.
El político de Estado se somete y construye una serie de decisiones o de acciones intencionalmente coherentes, tomadas por diferentes actores y públicos, cuyos recursos, nexos institucionales e intereses varían a fin de resolver de manera puntual un problema políticamente definido como colectivo. Teóricamente es leíble, es obvio, pero en la República Dominicana lo obvio no es la práctica ni la prioridad, se necesita una nueva conciencia de política de Estado que surja en forma de un milagro social.
Los políticos que decidan caminar en lo rieles de una política de Estado son aquellos que resolverán el problema de la inseguridad ciudadana. Los empresarios, la clase media y alta serán los primeros en disfrutar de esos cambios. Así es, porque son los que viven más asustados, no pueden estar tranquilos ni en sus propias zonas de seguridad. Eso tiene su razón, esas clases sociales son el punto de ataque a sus recursos. ¡Pero no debería ser de esa forma! Debemos construir un país equitativo, seguro, y con oportunidades, donde el privilegio se convierta en derecho y donde la democracia realmente funcione para todos.
El político de Estado es la solución para nuestro país, así o ese servidor público generará potestad ciudadana, él o ellos no permitirán que la República Dominicana siga actuando como un Estado pivote; sin embargo, debo ser realista, esto no se resuelve hablando y escribiendo de forma profunda, es tomando acciones profundas que generen resultados positivos para el país entero.
Estamos usando lo que nunca nos ha funcionado, estamos repitiendo los mismos errores, estamos eligiendo candidatos que están en proceso de heredar el poder de sus padres y sus familiares, y eso no es política de Estado, eso es comercio político, clientelismo y retroceso.
Entonces debemos de hacernos seriamente algunas preguntas:
¿Qué papel jugaremos como pueblo para generar políticos de Estado, ¿Qué posición tomará la clase media y la clase alta?, ¿Qué inversión harán los empresarios para crear un estado más seguro y más próspero para todos?, ¿Cómo podemos identificar los futuros políticos de Estado para formarlos?, ¿Acaso ya existe uno que hable sin temor y dispuesto a cobrar?, ¿Sería posible evaluarlo y considerar su discurso y compromiso sacrificial?
Estas preguntas nos deberían llevar a una acción más práctica y realista. Que Dios bendiga nuestra nación con políticos de Estado.