Políticos desacreditados por sus rapacidades

Políticos desacreditados por sus rapacidades

Fabio R. Herrera-Miniño

Hemos visto de cómo se confirma la creencia de que los políticos de las últimas generaciones son demasiados rapaces, y a ellos, no se les puede otorgar el beneficio de la duda por su probada atracción por los recursos públicos, traducidos en infamantes actos de corrupción, que la sociedad y justicia no les pide cuentas.

En estos días hemos visto el colmo de los descaros de los políticos, en cuanto a la impunidad que exhiben, y sin temor de alguna vez rendir cuentas ante el Cristo de los tribunales. Y es que sin haber llegado al poder, las facciones del PRD exigen acuerdos en donde se le asegure el reparto del botín oficial, como si ya fueran seguros ganadores en mayo del 2012.

Esa actuación demuestra la poca importancia que le dan al qué dirán.

Recurren a los incautos dominicanos, que vendiéndoles promesas, los embaucan y los postran a sus pies para asumir un poder que corrompen y desacreditan con sus malas actuaciones. Ahora hay logias oficiales de políticos peledeístas, cuyo poder económico rivaliza con muchas de las rancias fortunas nacionales.

El desborde y desesperación de hacerse ricos a expensas del disfrute de los cargos públicos es algo que asombra.

Los políticos, sin sonrojos ni tapujos, no se cuidan de no exhibir sus fortunas al vapor en donde no resistirían ni el más mínimo escrutinio fiscal para fines de impuestos. Esto solo se le hace a aquellos en el sector privado, que por sus declaraciones generen dudas a los inspectores, entonces sobre ellos cae una rigurosa fiscalización, no así para los políticos enriquecidos al vapor.

los políticos en su desmedido afán de lucro, no reflexionan acerca de las consecuencias funestas para su moral y la de su familia, en que el decir de la gente, los desacredita. Pero también desacreditan la política como forma de actuación cívica, ya que ellos nunca discuten principios, ideologías o planes de desarrollo, sino asegurarse la mejor forma de hacerse ricos.

Los políticos están colocados en una posición desagradable, no piensan como caen en un lodazal de la vergüenza, que si bien aparentemente mucha gente los celebra y los agasaja, el sentir general es de una afrenta manifestada por esa peculiar conducta que hasta sufren sus hijos en las escuelas.

La reacción hacia esos alumnos, hijos de nuevos ricos, es de rechazo por parte de los ya afincados alumnos compañeros de años, ya que por su edad pueden reflexionar acerca del origen de las fortunas de los nuevos alumnos en escuelas de elevado costo de la matrícula, y en un octavo curso o en secundaria, se inscriben nuevos alumnos de funcionarios civiles o militares, que los llevan en vehículos con guardaespaldas, lo cual señala qué clase de progenitor tienen esos menores.

Es una lástima que la política, como actividad digna para promover la convivencia y confraternidad entre los humanos, se haya manchado por las acciones de los políticos.

 La desfachatez de los mismos ronda en un cinismo increíble, que cuando por auditorías se revela de cómo se dilapidan los recursos oficiales en los gastos más increíbles, los señalados de cometer tales desmanes todavía mantienen sus aspiraciones políticas, sosteniendo en su alrededor una masa de infelices ignorantes, atraídos por prebendas de los más variados orígenes.

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