Políticos gobiernan el país con antifaz democrático (3)

Políticos gobiernan el país con antifaz democrático (3)

POR MINERVA ISAY ELADIO PICHARDO
Pese al rotundo fracaso, todavía se empecinan en llamar democracia al imperio de la desigualdad social, de la ilegalidad y la corrupción, de la permisividad que impulsa el lucrativo negocio en que se ha convertido la política criolla, sólo superado en alta rentabilidad por el narcotráfico, con el que no le faltan intrincados nexos.

La democracia dominicana, un modelo elitista, una farsa protagonizada por políticos venales, no es más que una caricatura del gobierno del pueblo, de esa forma de organización sociopolítica en histórica búsqueda de la libertad, la justicia y la equidad.

Condicionados por la escasa tradición democrática y una cultura política licenciosa, no hemos creado una institucionalidad que viabilice la libre confrontación de las ideas y la competencia partidaria en un clima de civismo y respeto, que posibilite la participación responsable de la ciudadanía en la gestión del Estado y la defensa de sus derechos civiles, políticos y sociales.

Traba su consecución un sistema político estructurado para la corrupción, que articula el patrimonialismo y el clientelismo, con una brecha creciente entre gobernantes y gobernados, mediando entre el Estado y los ciudadanos partidos en grave crisis de credibilidad y legitimidad, sin límites ni normas, sin frenos éticos ni morales.

Sus dirigentes, personificación de la falacia y de la demagogia, de un populismo preñado de promesas incumplidas, dominan el escenario nacional con un protagonismo plagado de ilegalidad e impunidad. Proliferan oportunistas que, pervirtiendo la forma de hacer política, la convierten en trampolín para el enriquecimiento ilícito, en un negocio cuyas fabulosas ganancias superan las de banqueros usureros, comerciantes y cambistas especuladores.

Sin asomos de renovación, permanecen enquistados en esas anacrónicas estructuras partidarias devoradoras de sumas millonarias extraídas al fisco y a empresarios que apuestan al triunfo de los candidatos perredeístas, peledeístas o reformistas, en espera de ser recompensados con creces desde el poder.

La aspiración de transitar del autoritarismo a la democracia plena, de perfeccionarla, demanda cambios radicales en el quehacer político, remozar el liderazgo, reformular el rol de los partidos, modernizarlos, fortalecer su institucionalidad interna, democratizar los procesos de toma de decisiones. Eliminar los gérmenes del autoritarismo, la intolerancia, el clientelismo y la corrupción, robustecer su capacidad de representar los intereses de los diferentes sectores sociales.

La necesidad de un nuevo orden político e institucional obliga a replantear la relación interpartidaria y con la sociedad civil. Exige diálogo, consenso en la búsqueda de un liderazgo compartido en la conducción de la sociedad, desarrollar una cultura participativa, propiciando acciones colectivas que en la actualidad obstaculiza un modelo político elitista en el que la toma de decisiones implica la concertación de compromisos entre la cúpula política y económica, con la aceptación pasiva de la población.

La consolidación democrática demandará un mejor régimen de representación y organización política de los ciudadanos, asumiendo su responsabilidad en el manejo de los asuntos del Estado, lo que será posible cuando conquistemos una ciudadanía de calidad, sin la que no hay sociedad civil ni consecuentemente democracia.

CIUDADANÍA DE CALIDAD

Necesitamos mejores líderes, también mejores ciudadanos. La vigencia de escasos valores democráticos recrea un modelo de ciudadanía inerme, con una conciencia muy limitada de sus derechos. Más de cinco millones de dominicanos, sobre los 18 años, tienen categoría de ciudadanos, de los que pocos, muy pocos, pueden ser calificados como tales. La mayoría no trasciende su condición de elector, no conocen sus derechos y deberes, tampoco exigen una rendición de cuentas a los poderes del Estado, no reclaman probidad y transparencia administrativa a sus representantes en el gobierno y los ayuntamientos.

Nos anquilosamos en la democracia electoral, más que ciudadanos somos votantes que cada dos o cuatro años llevamos al poder a políticos que luego se abominan, retornando una y otra vez a las urnas movidos por la frustración, para arrancar el mando al gobernante que incumplió sus promesas de campaña.

Sólo tendremos una democracia auténtica, real, cuando nos alfabeticemos como ciudadanos y logremos una ciudadanía integral, política, civil y social. No basta la enseñanza académica, aprender a leer y escribir o cursar una profesión, hay que graduarse de ciudadano. Un ciudadano que es preciso forjar mediante una amplia campaña educativa en la que participe la escuela. Ciudadanos responsables, solidarios, activos, con plena conciencia de sus derechos, con capacidad de demandarlos y una mayor responsabilidad en el cumplimiento de sus deberes, que se despojen de la pasividad y se mantengan vigilantes y alertas ante los derechos humanos y el uso de los fondos públicos.

Urge promover la educación cuidadana, una meta que deben priorizar las organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la institucionalidad. Su primer reto debe ser la formación de un ciudadano consciente, reflexivo a la hora del voto, que se incline por la capacidad de un líder y un partido de cumplir un programa y no se limite a castigar a un mandatario y a elegir otro sin importarle si es o no capaz de gobernar.

Con ellos podemos garantizar los derechos civiles que nos protejan contra la opresión; los derechos políticos que nos permitan participar en las decisiones públicas o colectivas; los derechos sociales que hagan posible el acceso al bienestar económico.

Con ellos podremos construir el país que queremos, sustentado en una democracia sólida, abierta y participativa, capaz de ejecutar una efectiva redistribución de la riqueza que genera nuestra economía.

Un imperativo de la consolidación democrática será la creación de un nuevo marco legal-institucional, propiciando una concepción y una conducta ciudadana distinta en el ejercicio de la política, cambiar la visión dominante de que es para servirse y no para servir. No impulsa el accionar político el compromiso social, los ideales patrios ni el deseo de aportar ideas en pro del desarrollo y el bienestar nacional. De la cúpula a la base constituye una vía para el provecho personal y los partidos alimentan ese clientelismo.

No se elige un partido por sus planes de gobierno o su ideología, de la que están vacíos, prefieren al que ofrece mayores oportunidades para escalar social y económicamente. Triunfan los candidatos con más posibilidad de financiar su candidatura, no cuentan la capacidad y honestidad, sino el dinero, sin importar que proceda del narcotráfico, del lavado u otras fuentes ilícitas.

Se presumía que la ley electoral neutralizaría el compromiso de los partidos con el sector privado que los financian, ora en busca de exenciones impositivas o evitar represalias, por temor o chantaje. No se logró, los potentados siguen invirtiendo en el negocio de la política. Pese al financiamiento millonario de los contribuyentes mediante ley, los candidatos preservan el soporte económico de poderosos empresarios, con quienes al llegar al poder están altamente endeudados.

CRISIS DE LIDERAZGO

En la democracia dominicana hay una crisis de gobernabilidad expresada con un enorme déficit de liderazgo y de representatividad que agrieta el sistema democrático. Los dirigentes políticos carecen de una base social estable, de una ciudadanía que les exija y con la cual se sientan comprometidos. No tenemos instituciones representativas en los sectores populares con un sentido de identidad y un norte específico en función del modelo de sociedad aspirado. Las entidades con mayor fortaleza, capaces de articular sus demandas, son las empresariales.

La crisis de autoridad pública engendra problemas de legitimación, altos niveles de descontento e inconformidad en sectores sociales que rechazan y desconocen a los líderes tradicionales. Esto haría factible la fragua de nuevas formas de liderazgos, pero los sectores populares y la clase media están inmersos en sus apremios de subsistencia, lo que obstaculiza la confección y participación de proyectos alternativos.

La sociedad ha carecido de instrumentos de respuesta ante el monopolio de los políticos. No existen agendas alternativas a las que marcan los digirentes de los partidos -expresa el historiador Roberto Cassá-, y esto redunda en un protagonismo social y político devastador para el país, un protagonismo impune, completamente improductivo, dañino, matizado fundamentalmente por la corrupción, la falta de institucionalidad.

No hay indicios de que se esté fermentando una nueva práctica social y política, con la que emerjan nuevos actores transformativos. Creo -agrega Cassá- que habrá que esperar aún procesos de maduración mayor de la descomposición actual del sistema político y de sus consecuencias sociales, ya evidentes a niveles bastante graves, para que pueda surgir una nueva propuesta con capacidad de acción. Eso debería corresponder a los jóvenes, ante todo a una generación que repudie lo que acontece desde una óptica intelectual y moral.

El país quedó atrás en la conformación de un bloque alternativo -dice Amparo Chantada-. Se necesita urgentemente una opción política que congregue a los ciudadanos con las mejores aspiraciones, y si los partidos tradicionales no lo pueden hacer, los ciudadanos debemos conformar una especie de plataforma y presentar esa opción política a la ciudadanía, que sea la alternativa que los ciudadamos honestos podamos ofertar al electorado.

El desgaste y putrefacción del modelo sociopolítico vigente reclama un nuevo orden institucional, político y económico, una relación dinámica entre gobernantes y gobernados, formas honestas de ejercer la política y el poder garantizadas por la institucionalidad democrática.

LAS ENCUESTAS

La perversión del quehacer político, las frustraciones por falta de oportunidades y altos niveles de desigualdad, pobreza y exclusión se traducen en una pérdida de la confianza en el régimen democrático, en un malestar, no con la democracia, pero sí en la democracia, como evidencian diferentes encuestas.

Indicadores de la encuesta “Estado de la Democracia en la República Dominicana”. Centro de Investigaciones y Estudios Sociales (CIES) (2004)

– Un 76% de los entrevistados opina que en los partidos no hay transparencia en el manejo de sus recursos, y nueve de cada 10 dominicanos cree que en éstos hay mucha corrupción.

–  El 72% opina que reclamar sus derechos no sirve para nada.

– Sólo un 11% tiene confianza en los partidos, 17% en la Presidencia de la República y 66% en la Iglesia Católica.

–  El 53% estima que la característica más relevante de la democracia es la protección estatal a los más débiles.

–  La ciudadanía identifica la justicia distributiva como el rasgo más importante del régimen democrático: 40% de los encuestados piensa que alcanzar un justo salario es prioritario en la vida democrática.

– Dos terceras partes de los ciudadanos estima que no importa si el gobierno es democrático en el ejercicio del poder, lo principal es que resuelva los problemas económicos del país.

– Un 53% señala que para lograr el éxito en la política hay que estar en el partido que detenta el poder.

– Sólo un 14% se interesa mucho o bastante en la política.

–  Nueve de cada 10 consultados asegura que los partidos son necesarios para el funcionamiento de la democracia. Igual proporción apunta que cuando llegan al poder se olvidan de sus promesas.

Indicadores de la IV Encuesta Nacional de Cultura, Política y Democracia (DEMOS 2004)

– El 69% de los entrevistados opina que hace falta un gobierno de mano dura.

– El 59% de los ciudadanos señala que los partidos sólo sirven para participar en elecciones cada dos años; sólo un 18% emite un juicio positivo sobre éstos.

– Un 48% entiende que los partidos sólo defienden sus intereses y necesidades.

– El 80% cree que los políticos cuando suben al poder siempre se aprovechan de sus cargos.

– Sólo el 19% de los ciudadanos está satisfecho con la democracia, mientras el 15% lo está con su funcionamiento.

– El 62% de la población mantiene lazos con los partidos.

–  De los tres partidos mayoritarios, el PRD ocupa el primer lugar con un 86% de su militancia que prefiere la democracia, seguido por el PRSC, 77%, y el PLD, 75%.

ROBERTO CASSÁ, HISTORI ADOR:
Los políticos de los partidos mayoritarios quieren monopolizar todo de la manera más ruin, dentro de un marco de grandes irregularidades, porque todo el mecanismo patrimonial implica ilegalidad. Y los partidos minoritarios no son tomados en cuenta, se caracterizan por una enorme carga de inefectividad, no por ser pequeños, sino porque no pueden dar respuesta a las demandas de la sociedad.

RAFAEL TORIBIO, POLITÓLOGO:
La clase política y dirigencial tiene que desempeñar una función renovadora. El liderazgo no es para utilizar las debilidades y miserias de la población para lograr apoyo, es trabajar para que desaparezcan. Tiene que superar esas mezquindades, señalar objetivos, motivar y dar ejemplo para que el pueblo pueda elevarse.

AMPARO CHANTADA, GEÓGRAFA:
No podemos aspirar a una sociedad democrática si el funcionamiento de los partidos no es democrático. Los partidos deben ser una escuela de democracia donde los ciudadanos aprendan lo que es la democracia y los mejores militantes accedan a cargos de poder por valor propio. Así, tendremos políticos con un historial de honestidad y dedicación, como Juan Bosch, modelo de actuación ciudadana y política.

ISIDORO SANTANA, ECONOMISTA:
La sociedad dominicana tiene que empeñarse en superar la corrupción en la forma de hacer política, de manejar el Estado. Es el trabajo más grande que tenemos como sociedad, porque además de la impunidad, la corrupción tiene por base la forma de hacer política.

FRANCISCO JOSÉ ARNÁIZ, OBISPO EMÉRITO:
Los partidos tienen que repensar grandemente cuál es su función, la que, de cara al futuro, es presentar proyectos de nación, económicos, sociales y políticos, detectar y preparar candidatos, que no obliguen cada cuatro años a escoger a los que no debieran ser escogidos, porque la gente más preparada y capacitada no escogió la profesión de político.

JOSÉ ANTINOE FIALLO, CATEDRÁTICO:
Se debe enfatizar en la construcción de nuevas formas de organización sociopolítica para superar la categoría “partido”, en una dinámica desde abajo, desde movimientos sociales que expresen la necesidad de articulación macropolítica y estrategias como rutas de convergencia de nuevos poderes alternativos.

TEODORO REYNOSO, PASTOR EVANGÉLICO:
Se está impulsando a los ciudadanos a dejar de creer en los partidos y en los políticos. Ya tenemos ejemplos de otros países centroamericanos y sudamericanos que han llegado a esa situación.

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