Políticos: ¿inmaduros o monstruos de las ambiciones?

Políticos: ¿inmaduros o monstruos de las ambiciones?

Los pasados 20 días han sido aleccionadores para la ciudadanía que ha podido aquilatar a su clase política tan explosiva e inmadura. Es la clase menos conveniente a quien confiarle los destinos del país por su actitud de niños malcriados y consentidos por las derrotas que muchos de ellos sufrieron en las elecciones pasadas.
La ciudadanía, con esta conducta de los políticos perdedores de todos los partidos, conoce con qué clase política es que se cuenta. No es la más idónea de tener en sus manos el poder, que desde hace años disfrutan a su antojo. La ciudadanía, en su madurez, supo votar para rechazar a varios de esos políticos indeseables. Estos exhiben sus riquezas derivadas de sus posiciones municipales, legislativas u oficiales, y con prepotencia, rechazan a sus conciudadanos.
Los políticos se acordaron de ellos para la campaña pasada al cortejarles de mil maneras para que votaran por ellos. Una buena parte de la ciudadanía, en su perspicacia, supo tomar su decisión de rechazo en contra de quienes no convenían al país.
Y la culpa de estar en manos de una clase política desacreditada la tenemos la ciudadanía consciente que supo votar el pasado día 15, pero le deja la cancha a los malos. Se rechazaron algunos de los que no supieron demostrar seriedad y honestidad en el desempeño en sus cargos congresuales o municipales. El resultado en la derrota fue verlos lanzados a las calles y arrastrando a su claque con un nivel de agitación nunca visto. Toda clase de calamidades fueron vaticinadas por los candidatos perdedores y disgustados por los resultados que no le fueron favorables.
La exigencia de los candidatos perdedores y de su fieles seguidores, que les gusta pescar en mar revuelto, era que se anularan las elecciones o que se hiciera un reconteo para que los votos cuadraran en su favor. Y eso que los votantes en sus colegios los rechazaron y votaron por una mejor opción. Lo menos que se dijo, por boca de los airados candidatos, que las ciudades iban a arder por las cuatro esquinas llevando las protestas hasta las últimas consecuencias.
Con esa reacción monstruosa de querer negar sus derrotas y rechazándolas, esos políticos se desnudaron ante el país para confirmar que su continuidad en los puestos o auparlos a los mismos, no era lo mejor para la salud democrática, ya que por sus conductas y rabietas no merecían la confianza. Proyectaban una inmadurez y ambiciones que no le permitían desempeñar los cargos con idoneidad. Además, esas reacciones truculentas de desacato a las leyes y a la tranquilidad de la ciudadanía, los hacía inaceptables para desempeñar los cargos. Así mostraron sus ambiciones y objetivos que buscaban lograr desde sus cargos, ya fuera aferrándose a los mismos o llegando a ellos como nuevos deleitantes de las mieles del poder.
Ese pataleo ha sido la constante en cada una de las elecciones pasadas. Después que se conocen los resultados se inicia con el alegato de fraudes, trastrueques de listados, la compra de cédulas o actas sin firmar por los delegados y hasta hacer desaparecer las urnas. Vienen luego las manifestaciones callejeras y las cadenas humanas que tan de moda están este año. Siempre existen voluntarios, que como comparsas, se integran a esas protestas para darle sabor a una actividad que la mayoría de la ciudadanía repudia.
Los sectores sensatos de la población evitan sumergirse en las pasiones políticas y sus trampas. Rechazan la actividad política partidista. Ahora se confirma su decisión de no involucrarse en ese berenjenal de las ambiciones políticas, que si sus intereses o aspiraciones son afectados, reaccionan como lo han hecho para pretender y exigir con amenazas que se cambien los resultados que una mayoría expresó en las urnas. Y las quejas de las minorías que pierden las elecciones brotan con sus pataleos, muchas veces atormentadores para la paz, y que son las mismas desde que en el país se inició la vida democrática con las elecciones libres de diciembre de 1962.
Las ambiciones de los candidatos perdedores son ahora monstruosas para la paz debido a que es mucho el dinero que esta en juego. Primero el que recibieron de sus complacientes e interesados colaboradores que esperaba una recompensa por su inversión y segundo está el desaliento y frustración por el dinero que no van a recibir como sueldos, comisiones, dietas y canonjías diversas.

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