Políticos telúricos o catastróficos

Políticos telúricos o catastróficos

Analizando el interesante libro El Político, del estimado amigo Leonte Brea, del que comentaré posteriormente, recordé otro destacado intelectual argentino dedicado a la formación política, los estudios sociales como del comportamiento humano, quien desarrolló hace tiempo una tesis basada en que muchos políticos no logran tener éxito, porque sus discursos y actitudes frente al pueblo resultan telúricos, catastróficos, terroríficos. Que meten miedo. Que cada vez que hablan o escriben, aunque los temas sean importantes y actualizados para determinados grupos, la mayoría los ve con cierto temor y recelo.

Sostenía la idea de que, sobre todo a los dirigentes con aspiraciones, se les debía recomendar que proyecten una imagen positiva y agradable. Que al hacer campaña o críticas, se cuiden de no crear temores ante la opinión pública. Y si por razones estratégicas entienden necesario hacerlo, evitarlo de forma reiterativa para que se note la diferencia entre sus discursos normales y los coyunturales. Porque la gente, aunque esté disgustada y quiera soluciones, jamás se inclinarían por quienes solo hablen de tragedias y conflictos.

Él se refería al escenario de los años 70 y 80, con énfasis a su país, pero resulta igual aquí. Solo hay que revisar el perfil de quienes han gobernado o han logrado convertirse en figuras con arraigo popular en los distintos niveles. Si analizamos nuestra historia, la mayoría de los dirigentes que han tenido éxito frente a las masas en los últimos 52 años de vida democrática, no fueron ni son personas que pronosticaron permanentemente catástrofes económicas, políticas o sociales. Producto de su personalidad, o porque se cuidaron de no proyectar una imagen telúrica que ahuyentara.

La dureza de lenguaje en un momento dado puede resultar positiva, igual la crítica, pero tienen que cuidarse de no hacer de ello su desempeño permanente, porque la gente le huye a las tragedias y los conflictos, y a quienes los anuncian.

Eso lo pueden hacer permanentemente los analistas políticos, económicos, intelectuales, etc. en cualquiera de las vertientes, porque además tienen un público cautivo que les gusta, pero los que quieran lograr éxito político frente a las masas, tienen que evitar proyectar una imagen telúrica o catastrófica.

Pero no solo en política, pues quienes se preguntan acerca de la razón del éxito de algunos programas de radio y televisión que definen como corrientes o vulgares, frente a otros de más nivel, la respuesta la tienen en que distraen la gente. Contribuyen a hacerle la vida más llevadera. Precisamente a esos segmentos que mayores necesidades tienen, porque bastantes problemas arrastra la gente común, para que le pongan más carga de pesadumbre a su accidentado vivir.

Eso lo deberían tener en cuenta nuestros políticos para no crear permanentemente una imagen pesarosa, de conflictos ni de incertidumbre. La gente inconforme se nutre de la esperanza, de la ilusión. Pero el temor provoca incertidumbre. Por eso, prefieren la confianza ante las dudas. Entre catástrofes y ofrecimientos esperanzadores, optan por lo último.

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