Políticos y partidos

Políticos y partidos

FRANKLIN BÁEZ BRUGAL
Recientemente terminé de leer un interesante libro escrito por el catedrático español Francisco Rubiales, que me ha puesto a reflexionar seriamente sobre la democracia que nos gastamos por éstas y otras latitudes. El libro en cuestión se titula «Políticos, los nuevos amos», y en sus páginas el autor hace un análisis de las conquistas logradas por el hombre a través del tiempo, mediante las cuales se obtuvieron libertades y derechos inexistentes, permitiendo a los habitantes de la tierra, después de un largo proceso de luchas, vivir alejados del sojuzgamiento y la opresión.

Se instauró en gran parte de los países existentes la democracia como sistema político, por entenderse que éste era el más adecuado y justo para la convivencia en libertad. Según Rubiales, esa palabra se ha idealizado, cuando en verdad, simplemente nos da derecho a votar cada cierto tiempo por unos candidatos previamente escogidos por los partidos políticos. El autor afirma que lo que se conoce hoy en día como democracia no es más que una «partidocracia», en donde un reducido grupo de personas, valiéndose de las más variadas artimañas determinan quiénes serán los candidatos que representarán nuestros anhelos y aspiraciones.

Estas afirmaciones del autor nos llevan a preguntarnos si realmente practicamos plenamente la democracia, por tener el derecho de votar cada cuatro años por unos individuos que, instalados en los engranajes del poder político, han determinado quiénes serán los que tomarán las decisiones en nuestro nombre.

En su libro él trata de demostrar que los políticos que hoy ejercen el poder, aun los elegidos en las urnas y revestidos con el ropaje de la democracia, operan como emperadores y reyes, sin sentir la llamada del servicio, la obligación de la provisionalidad en el cargo y la limpieza en la gestión, olvidándose de que su compromiso es con la ciudadanía y no con el partido a que pertenecen. Estos han marginado al ciudadano en el proceso de toma de decisiones, por el absurdo criterio de que sólo los profesionales de la política pueden decidir correctamente.

Argumenta Rubiales que los ciudadanos más honrados y libres, creen que los políticos son deficientes y corruptos, y que en muchos casos, éstos han adoptado demasiados rasgos totalitarios convirtiéndose ilegalmente en los nuevos amos de las naciones que dirigen. Creemos que este razonamiento realmente está muy cerca de lo que ocurre hoy en día.

En una de las secciones del libro en donde el autor analiza las dimensiones del poder político, se afirma con razón «que el Estado es la mayor empresa de cada país, la única que recauda sus ingresos por Ley, sin tener que competir en el mercado, convirtiendo a los políticos en los mayores empresarios, los más fuertes y poderosos, los que controlan más medios de influencia, los que dan las órdenes al Ejército, a la Policía, y a los Servicios Secretos». Dice además, que «su fuerza y dominio son incomparables pudiendo nacionalizar, privatizar, incautar y cambiar las leyes en una dirección u otra, dependiendo de las conveniencias».

Si reflexionamos seriamente sobre lo dicho precedentemente, tenemos que concluir aceptando que nos hemos convertido en meros espectadores, con capacidad para aplaudir o criticar el espectáculo, pero con muy pocas probabilidades de modificarlo.

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