Políticas y filosofías: las viejas y las nuevas

<p>Políticas y filosofías: las viejas y las nuevas</p>

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Señor Ignaz Dientzenhofer, Praga, Checoeslovaquia. Apreciado amigo: He escrito a Panonia dando las gracias por los documentos que recibí, directamente de las manos de usted, en Budapest, la última vez que estuve allí. Los agradecimientos incluyen a su persona y la de Miklós, eslabones de una suerte de carrera de relevo. Entre los tres me hicieron llegar papeles preciosos para mi trabajo. Escribí a la dirección de la señora Gizella Ferenczy por instrucciones de la propia Panonia. No sé si ella está ahora en Praga. Sé que sus planes originales eran ir a Austria, después trasladarse a Alemania, y de ahí viajar a los Estados Unidos. Tal vez haya modificado sus proyectos en vista de los cambios políticos de los últimos meses. Quiero saber dónde está ella. Le pido que tenga la bondad de informarme si conoce su paradero.

Escribo esta carta por otros motivos distintos del agradecimiento, algunos relacionados con la historia reciente de Alemania y, a la vez, con el tema central de su tesis doctoral. He podido examinar en La Habana un escrito del antiguo rector de la Universidad de Friburgo, doctor Martín Heidegger, el cual fue censurado por las autoridades del partido nazi durante los años 1936/37/38. Se trata de su ensayo La doctrina de Platón acerca de la verdad, una reflexión sobre la célebre alegoría de la caverna que aparece en el libro séptimo de República. Resultaba chocante que un texto filosófico clásico, conectado con la teoría del conocimiento, mereciera exclusiones y prohibiciones por parte del gobierno de Hitler. Pero ocurrió lo mismo con una conferencia de Heidegger acerca del poeta Holderlin. Asuntos abstractos, de difícil articulación con la política, recibían tratamiento parecido al que de daba entonces a los panfletos ideológicos de los partidos proscritos.

Heidegger, además, era un hombre que aprobaba el régimen político existente en Alemania. Dejó de frecuentar a su maestro, Edmund Husserl, por ser judío. Ni siquiera acudió a su entierro. La dedicatoria de su libro Ser y tiempo, de 1927, en la que honraba a su profesor y a “las investigaciones fenomenológicas”, fue retirada de la quinta edición. El editor del libro pensó que si esa dedicatoria aparecía otra vez podría ser prohibida la circulación de la obra. Heidegger, no obstante, conservó unas palabras amables en la página treinta y ocho, en las que reconoce la “persuasiva dirección” de Husserl, a quien sustituyó en la cátedra. Estas informaciones fueron publicadas, después de la muerte de Heidegger, en Der Spiegel. El filósofo había discutido estos puntos con el periodista Augstein, editor de Der Spiegel, en septiembre de 1966. Revista de Occidente publicó en 1976 la entrevista con Heidegger, traducida al español por Carlos Gurméndez. Anoto estos datos con precisión porque en Praga podrá usted averiguar la razón por la cual no invitaron a Heidegger al Congreso Internacional de Filosofía, en Praga, en 1934. También por qué fue excluido del Congreso Descartes, en París, en 1937. Las causas pudieron haber sido políticas; pero es posible que hubiese en esto pugnas por puestos académicos, o envidias y celos, entre intelectuales que sobrevivían en un régimen totalitario.

Al leer en estos días el Diario de Goebbels he pensado que este fanático nazi, todopoderoso Ministro de Educación y Propaganda del tercer Reich, puede haber intervenido para que la gestapo vigilara a Heidegger. Se sabe que un profesor, el doctor Hanke, confesó en 1937 que no había podido vigilar bien a Heidegger… por exceso de trabajo. Esa misión le había sido “encomendada” por “las autoridades”. ¿Cuáles expresiones podrían ser tildadas de “subversivas” en el texto de Heidegger acerca de la caverna de Platón? Insisto en que debe usted buscar y revisar los textos y documentos que he mencionado. Desde aquí es muy engorroso comprobar las citas. En Europa tienen ustedes toda clase de fuentes: archivos, bibliotecas, especialistas en filosofía contemporánea. Los profesores de la universidad podrían aclararle aspectos confusos de los escritos de Heidegger; y lo mismo ocurre con las opiniones de Goebbels en lo que atañe al control de las masas. Aquí no tengo esas comodidades para los trabajos de investigación que conciernen a la Segunda Guerra Mundial.

He conseguido, milagrosamente, un ejemplar del escrito de Heidegger. Él mismo tradujo del griego al alemán el texto de Platón, añadiendo explicaciones entre paréntesis y precisiones etimológicas sobre vocablos utilizados por Platón. Lo obtuve en la Biblioteca Nacional de una isla vecina. Apareció en español en una publicación de 1958. En Praga, por supuesto, pueden revisarlo en alemán en cinco minutos. Verá usted que Heidegger declaró en la entrevista de 1966: “La técnica moderna es una potencia de tal magnitud […] que determina la historia […] para mí es un problema decisivo que la técnica del siglo pueda imponer los sistemas políticos en general. Para este problema no tengo ninguna respuesta. No estoy convencido de que sea la democracia”. Son las once de la noche. Paro de escribir hasta pasado mañana. Mientras tanto, reciba usted cordiales saludos de Ladislao Ubrique.

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