Polvo, piedras, espinas

Polvo, piedras, espinas

En todas las carreteras la brisa hace levantar el polvo; desde luego, en unas más que en otras. Depende del tipo de suelo que atraviesen. En los caminos rurales siempre hay piedras y arbustos espinosos. No hay manera de evitar las molestias que causan: el polvo, las piedras, los matojos con espinas. La vida entera es una carrera de obstáculos; desde el nacimiento hasta la muerte. Las personas dispuestas a afrontar los problemas que plantea la existencia, aceptan esos hechos como “inevitables complementos ingratos del vivir”. Superar polvaredas, espinas y piedras, ha sido la ocupación habitual de hombres y mujeres de cualquier tiempo.

Cuando el polvo es demasiado conviene regar la vía con agua; un líquido que en muchas ocasiones puede escasear. A veces es preferible beber el agua antes que echarla por tierra. En esos casos debemos “comernos el polvo” y rogar a San Isidro que llueva. Los problemas son más tercos que los aragoneses. No desaparecen con nuestro primer intento por eliminarlos. Clavarse los tobillos con espinas y cardillos urticantes es muy desagradable; pero no es posible extirpar completamente las zarzas del monte. Si los caminos estuviesen libres de piedras no podríamos defendernos de los perros realengos, de los gatos monteses.

Para el polvo, Dios dispuso el moco y diseñó los cornetes de la nariz. Para las piedras el hombre inventó los zapatos. Para bregar con espinas están los guantes, las botas y polainas. Todo esto va a parar a que las mismas cosas que nos molestan pueden salvarnos; los obstáculos que encontramos en torno estimulan nuestra creatividad; también sirven para cultivar la voluntad y, en algunos casos especiales, experimentar la resignación, el doloroso sentimiento de la impotencia. Las piedras, ciertamente, hacen daño si chocamos con ellas.

Pero una piedra “bien blandida” se convierte en arma defensiva; lo mismo si se usa para machacar que como proyectil. Con la punta de una espina es posible extraer de la piel aquellas que se nos hayan clavado. Parece que con una espina se construyó la primera aguja y el primer palillo de dientes -de cactus-. Las piedras, el polvo, la arcilla, fueron -y siguen siendo- materiales de construcción fundamentales. Son nuestros bloques y ladrillos.

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