Pondera efectos crisis moral

Pondera efectos crisis moral

Por MARIEN ARISTY C.
La crisis moral que atraviesa la sociedad es el fertilizante ideal para que las crisis económica y política que afectan a la República Dominicana se fortalezcan, haciendo más difícil la tarea de saneamiento social en las distintas áreas del quehacer humano, según manifestó ayer Rafael Molina Morillo, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Producto de esta crisis moral, resalta Molina Morillo, el país enfrenta una total inversión de valores, que conduce al irrespeto colectivo, a la indiferencia ante los actos antisociales, a la corrupción descarada en todos los órdenes, a la mentira y, en fin, a la desintegración social.

Por culpa de todo esto, entiende Molina Morillo, no será posible atacar a la crisis política, que ha surgido por la limitada capacidad cultural de la mayoría de los actores en la vida pública y las desmedidas apetencias de los liderazgos partidarios entronizados en los organismos que supuestamente son representativos de la sociedad.

Tras indicar que las crisis económica y política se manifiestan a diario en casi todo el acontecer nacional, Molina Morillo lamentó que lo mismo está sucediendo con la moral.

Luchar contra ella, agregó, es vital para poder lidiar con los problemas que aquejan al país. Entre ellos, la propia educación. “La crisis moral debe ser el primer objetivo a perseguir en cualquier estrategia para alcanzar la excelencia de la educación entre nosotros. No conozco la fórmula, no soy experto en educación; pero hay que encontrarla y aplicarla sin pérdida de tiempo, antes de que sea demasiado tarde”, dijo Molina Morillo durante un discurso pronunciado en el Foro por la Excelencia Educativa.

La urgencia de este propósito se debe a lo mal que están las familias, las escuelas y las universidades. “Ya el seno de la intimidad familiar está contaminado y también allí los principios éticos fundamentales están deteriorados. La responsabilidad pasa entonces a manos de las escuelas, academias y universidades, que tampoco escapan a los efectos del virus que nos ocupa y que parece cubrir todo el ámbito nacional”.

Es entonces, al ver lo mal que están el hogar y las academias, que Molina Morillo pasa revista a la situación de los medios de comunicación masiva, que antes estaban considerados por muchos como el mejor instrumento para cimentar, fortalecer y transmitir el sentido de los valores fundamentales que deben adornar al ser humano. Además, como una plataforma para la construcción de una nación digna y próspera.

“También allí causa estragos la inmoralidad y cada vez se hace más fuerte el descrédito y más débil la credibilidad. Antes, todo lo que se publicaba o se difundía por cualquiera de los medios de comunicación, inspiraban confianza, la gente creía en ellos. Hoy día, todo se pone en duda, todos desconfiamos y buscamos intenciones ocultas en las informaciones u opiniones que se nos brindan”.

Aunque asegura que es una utopía pretender borrar la inmoralidad en los medios de comunicación, la escuela y los hogares, Molina Morillo señala que esta utopía de la ética se puede mirar como un espacio para la tolerancia, considerada como uno de los cimientos de una sociedad ideal que, aunque no existe, tiene que ser construida.

“La utopía, al inspirar el cambio, induce una rebelión contra lo existente y muestra que lo real no está completo si no abarca lo posible: que el conocimiento no se limita a lo que muestran las luces de la razón porque existen, además, los horizontes anchos que revela la imaginación”.

Dicho esto, Molina Morillo resaltó que la utopía ética grita en la conciencia que lo que se está haciendo es bueno pero que puede ser mejor puesto que no deja olvidar que hay otras formas más exigentes de hacer lo que siempre se ha hecho.

“Resistirse a la utopía de lo ético es dar por sabido que todo se seguirá haciendo como siempre se ha hecho, porque no hay manera de mejorarlo; es aceptar, sin más, que está prohibido rebelarse contra lo mediocre, lo rutinario y lo indigno, que no se puede aspirar a la excelencia, que han alcanzado rango de virtudes la pasividad, la sumisión y la resignación”.

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