Todo estaba listo para celebrar, como todos los años, la reunión familiar. La madre, de muy avanzada edad, anhelaba compartir con todos sus hijos y nietos, llena de alegría por haber procreado tan hermosa familia.
De repente, un aviso inesperado interrumpió el curso de los planes.
Varios impactos de bala habían perforado el cuerpo de uno de sus hijos. Herido cruelmente por unos asaltantes, se arrastró clamando por ayuda, pero, tristemente, ésta nunca llegó.
La desgracia interrumpió esta familia. El horror de escuchar una noticia tan desgarradora los marcó para siempre.
Esta historia se repite día a día, en nuestro país. Constantemente escuchamos noticias alarmantes, que describen la comisión de crímenes aterradores.
Todo el esfuerzo hecho hasta el momento, para detener la inseguridad y el temor en que vive la ciudadanía ha sido infructuoso.
Cuando el hombre, con toda su inteligencia, experiencia y conocimiento, no puede encontrar soluciones, tiene que acudir a aquel que tiene el poder de hacer posible lo que, hasta el momento, había sido imposible.
Es tiempo de que, todos juntos, como dominicanos, alcemos nuestros ojos al cielo y clamemos al Señor, para que revele las estrategias que deben seguirse para que la paz y la seguridad vuelvan a reinar en nuestra nación.
El Señor ha dicho: si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra, acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. (Mt 18:19)