De acuerdo con el régimen actual Turquía es una república parlamentaria donde el presidente y el primer ministro se encargan del poder ejecutivo hasta el año 2019, a partir de ese momento la figura del primer ministro quedará suprimida concentrando el presidente todo el poder ejecutivo, ya que los ciudadanos turcos aprobaron un cambio constitucional en referéndum celebrado en abril del año 2017. Sin embargo, debido al adelanto a junio de este año, de las elecciones presidenciales y legislativas que estaban previstas para noviembre de 2019, desde este 2018 Turquía dejó de ser un régimen parlamentario y paso a ser, de hecho, un régimen presidencial.
Recep Tayyip Erdogan, es el actual presidente de Turquía desde agosto del año 2014 siendo el primer presidente en ser elegido por sufragio universal. Anteriormente se había desempeñado como Primer Ministro entre 2003 y 2014, así como alcalde de Estambul en el periodo 1994-1998. Desde sus primeros días como presidente se empeñó en llevar adelante una modificación de la Constitución para convertir a Turquía de un régimen parlamentario a uno de tipo presidencialista, buscando transformar la actual Presidencia de la República de una figura prácticamente simbólica a jefatura de Estado y de Gobierno. Con la victoria del “si” en el referéndum de abril de 2017 el electorado aprobaba la reforma a 18 de los 177 artículos de la Constitución lo que suponía un giro descomunal para Turquía, ya que aumentaba los poderes de la presidencia y convertía el país en un sistema presidencial a partir del año 2019.
Los resultados del referéndum con 84% de participación no agradaron en la Unión Europea, pues con estas reformas la figura presidencial acumularía en la práctica los mismos poderes que un dictador, algo contrario a los principios de la Unión y que complicaba la adhesión de Turquía a esta. La reforma además de abolir el cargo de primer ministro le dio al presidente poderes para disolver el parlamento o convocar elecciones anticipadas. Designar y sustituir a altos cargos sin necesidad del visto bueno del parlamento y la potestad de emitir decretos con fuerza de ley sobre distintas cuestiones sociales, económicas e incluso políticas. Además, el presidente podría bloquear leyes del parlamento y para levantar ese veto sería necesario ya no la mayoría simple de los diputados presentes, sino de la cámara completa.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció el 18 de abril pasado elecciones presidenciales y legislativas anticipadas para el 24 de junio de este año, resultado de una reunión entre este y Devlet Bahçelilíder del Partido Acción Nacionalista (MHP). Este anuncio se produjo en un contexto en el que Turquía se veía muy afectada por el conflicto en Siria, donde mantiene una ofensiva contra la milicia kurda, y que, a pesar del fuerte crecimiento económico del país, la situación económica es delicada. Sobre el argumento de que estos acontecimientos han hecho que sea urgente cambiar al nuevo sistema ejecutivo para tomar medidas más sólidas para el futuro del país. Empero, los críticos expresaron que la verdadera intención era capitalizar el miedo e inseguridad experimentada por los turcos para avivar el sentimiento nacionalista de la población y así ganar las elecciones.
Es de tener en cuenta que no todo iba bien para el presidente Erdogan, de manera que las elecciones pautadas para noviembre de 2019 presentaban riesgos para él, pues una inflación creciente, el desempleo por las nubes, la depreciación de la moneda oficial, el descenso de la inversión extranjera, la caída de la bolsa de valores, la subida de los tipos de interés, el elevado déficit de la cuenta corriente (7% del PIB) dibujaban un cuadro espeluznante. De manera que para evitar un resultado desfavorable el presidente Erdogan optó por convocar elecciones aprovechando el avivamiento del nacionalismo por la cuestión kurda o las políticas sobre Siria y de refugiados, antes de que los efectos de la mala marcha de la economía fueran visiblemente notorios.
El resultado de la estrategia ha sido el triunfo del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayyip Erdogan en las elecciones celebradas este pasado domingo 24, para un nuevo periodo en el que contará con poderes sin precedentes que le confieren inmunidad casi total y sin contrapesos o restricciones algunas. Pero tal vez, lo que más preocupa a los grupos de defensores de los Derechos Humanos es lo referido al creciente poder que el presidente tendrá sobre el sistema judicial, algo ampliamente denunciando en los últimos años y agudizado con la cancelación de numerosos magistrados a raíz del fallido intento de golpe de Estado de julio de 2016, y es que si las reformas harán del presidente en la practica un dictador, es sumamente preocupante que ya Erdogan ha estado ejerciendo la mayor parte de estos poderes bajo el estado de emergencia (aún activo) que estatuyó luego del intento de golpe de Estado y lo ha aprovechado para afianzar el poder sobre su persona.
Las purgas han sido escandalosas y la represión se ha intensificado. El ministerio de justicia ha documentado el encarcelamiento de más de 50 mil personas y el despido o suspensión de cerca de 100 mil servidores públicos. Los legisladores de la oposición se quejan de que Erdogan aprovechó para ir contra los disidentes.
En cuanto a Oriente Medio, Erdogan se ha unido al Estado de Qatar en la lucha por la hegemonía regional que Doha mantiene contra Arabia Saudita, lo que lo ha llevado a apoyar a Hamás cercano a la Hermandad Musulmana, deteriorando la relación con Egipto. Todo esto ha implicado una cuasi ruptura en la anteriormente sólida relación con Israel.
En lo internacional las tensiones entre Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea aumentan. En temas como los kurdos, Washington y Ankara dos aliados militares tradicionales han asumido posiciones encontradas dadas sus visiones diferentes del conflicto sirio. Además el acercamiento de Ankara a Moscú en base a la protección de sus intereses regionales complica la situación pues Turquía es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lo cual adquiere mayor relevancia cuando Ankara anuncia la adquisición de los avanzados sistema antiaéreos rusos S-400, los cuales son desde el punto de vista tecnológico incompatibles con los sistemas armamentísticos empleados por la Alianza Atlántica, que ya ha expresado preocupaciones por las señales que el presidente Erdogan ha estado enviando.
Para concluir, en lo doméstico la reforma constitucional, que será efectiva a partir del 2019, amplió también el horizonte de tiempo que Erdogan (64 años) podría seguir en el poder, porque si bien, la gestión del presidente se delimita a dos mandatos de cinco años, la reforma estableció que, si el Parlamento convoca a elecciones anticipadas durante el segundo mandato del presidente, este puede volver a presentarse a elecciones y si gana comenzaría un nuevo computo de los cinco años del mandato, lo que implica que, dado que el partido de Erdogan ganó las elecciones adelantadas de este pasado 24 de junio, si lograra el triunfo para un segundo mandato 2024-2029 con la mayoría requerida para convocar a nuevas elecciones, podríamos tener Erdogan en el poder hasta el 2034.