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La América Latina vive en la actualidad un proceso de activa transformación política, económica y social, aun en curso; Pero a diferencia de lo que sucedía en el pasado siglo xx, en el que las fuerzas impulsoras de los cambios eran los intelectuales de izquierda, los sindicatos y buena parte de la pequeña burguesía urbana; en su contra y los Estados Unidos y demás potencias occidentales, con el apoyo de las fuerzas armadas, la Iglesia Católica y los grandes terratenientes, en defensa de sus intereses hegemónicos; con la burguesía nacional y los profesionales moviéndose de un lado a otro, pocas veces asumiendo un rol protagónico.
Tres son los factores sociales que han contribuido más a ese proceso: el desarrollo demográfico, la urbanización creciente de la región y el crecimiento de la actividad económica, por con el ingreso de capitales extranjeros que han traído una mayor desigualdad entre una minoría cada vez más poderosa y la gran masa de la población empobrecida, que se beneficia de las nuevas tecnologías aplicables a la administración de los negocios, el manejo del gobierno y el control político de la población.
Esos tres fenómenos, difícilmente reversibles, dan el tono de los nuevos tiempos al punto que hay quienes consideran que solo una catástrofe económica puede cambiar ese rumbo, por su peso gravitacional sobre las realidades nacionales.
Así, los grandes centros capitalistas de Occidente y sus asociados locales han ido fusionando o abriendo nuevas empresas, aprovechando a su favor la economía de escala, así como los recursos de la mercadotecnia y el encadenamiento productivo, ante lo cual las fuerzas tradicionales se han venido replegando y adaptando como socios menores, sin que dejen de haber países y sociedades relativamente aisladas que han podido sobrevivir, muchas veces vestidas de democracias y dictaduras de la vieja usanza.
Lo cierto es que tanto el gran capitalismo como los sectores sociales educados han demostrado una creciente vitalidad. La primera por su capacidad de generación de riquezas; y los sectores sociales educados, mayormente clases medias y trabajadores especializados, porque representan los intereses colectivos y frenos a las ansias de lucro y a la depredación incontrolada del medio ambiente.
Dentro de ese proceso, los viejos regímenes liberales y dictatoriales vienen cambiando de cara, adoptando otras formas transicionales: el liberalismo excluyente y el populismo autoritario. Pero en casi toda Latinoamérica observamos en sus gobiernos cambios de carácter más liberal o modernizante.