Por AMET

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República Dominicana debe buscar por todos los medios a su alcance, una reducción importante en los índices de accidentes  de tránsito que no solo representan un alto costo anual en vidas y en situaciones de invalidez en la población económicamente activa.

Ahí están además los cuantiosos daños materiales a vehículos y otras propiedades, y sobre todo el consumo enorme en recursos médicos para atención hospitalaria a las víctimas.

Los accidentes figuran entre las primeras causas de muertes en el país para ciudadanos comprendidos entre los 15 y 29 años de edad.

Los sucesos viales constituyen una epidemia que destruye muchas vidas útiles, causa orfandad y dolor o incapacita temprano a gente que se convierte en carga para la sociedad.

Son hechos que responden a diversas causas, incluyendo fallas tan elementales como la  pobre señalización vial. Quien no tenga sus ojos en óptimas condiciones  se arriesga muchísimo guiando de noche por las calles de Santo Domingo. Qué no decir de las carreteras y otras ciudadades del interior del país.

Ahora bien: el irrespeto generalizado a las normas de tránsito viene a ser el origen más frecuente de los accidentes.

Dicho por su propio jefe, el mayor general José Sigfredo Fernández Fadul (aunque con palabras diferentes) la Autoridad Metropolitana de Transporte AMET es una institución de notables carencias, sobre todo en recursos humanos, y sucede que  el más efectivo muro de contención contra las infracciones es el que se construye con vigilancia y sanción.

La asignación de recursos  para Amet -a propósito de un presupuesto complementario que está en marcha- debe ser aumentada para que salve rápidamente el escollo de la escasez de personal para cumplir óptimamente su misión.

AMET inspira respeto, y aun cuando en el pasado algunos de sus miembros incurrieran  en excesos, en sentido general es una institución excepcional en comportamiento ético, en un país seriamente afectado por la corrupción. De  pocas entidades se puede hablar de esta manera en República Dominicana.

¡Increíble!

El 911 es el número universal del auxilio; la vía franca para generar por teléfono una atención de emergencia. En Estados Unidos, el sistema de respuesta  a las llamadas desesperadas de los ciudadanos se brinda en más de cien idiomas diferentes.

En la mayoría de las naciones del mundo, las puertas que permiten la llegada de ayuda instantánea y  efectiva se abren con solo marcar el 9-1-1.

¡En República Dominicana no! Los bomberos del país consideran que el 911 es su peor enemigo en materia de comunicación. No existe ninguna garantía de que una persona en graves apuros va a conseguir por esa vía alguna atención de ambulancia, policial o de bomberos.

Dicho por los propios comandantes de los principales cuerpos bomberiles del país. El Estado dominicano no ha sido capaz de hacer del 911 la opción expedida para salvar vidas y haciendas. Y lo peor es que la mayoría de los ciudadanos no suelen tener a mano otra alternativa. En algo tan importante y vital para el ser humano, hemos ido para atrás.

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