Por amor al arte enfrenta vicisitudes

Por amor al arte enfrenta vicisitudes

Criado entre la insalubridad, la pobreza, el hacinamiento, la delincuencia y la música manifestadas en el barrio capitalino La Zurza, Rolando Alberto Almánzar Estévez ha dejado claro que sin importar el lugar y ambiente de donde se proceda, cuando se lucha de manera incesante por los sueños, no hay límite alguno que interfiera.
Este joven, quien descubrió su pasión por las artes cuando apenas tenía 10 años, hoy, a sus 29, es un inquieto, creativo y versátil artista, y así lo dejan ver cada una de sus obras.
Rolando cuenta que dio sus primeros pasos en el mundo artístico dibujando los personajes de sus muñequitos favoritos en cuadernos, hojas sueltas y pedazos de cartulinas.
Esa afición la ponía en práctica en la escuela, durante las horas libres, y en el pequeño negocio de su padre ubicado en el Mercado Nuevo de la Duarte.
Allí pasó gran parte de su niñez y adolescencia: entre las penurias del mercado y sus trazos de principiante.
Al culminar el bachillerato tomó la firme decisión de dedicar toda su vida a la pintura, pero entendía que debía prepararse.
Desde entonces, se destinó a buscar una carrera universitaria relacionada a esta área, y fue así como escogió la licenciatura en Artes Plásticas, en la Universidad Autónoma Santo Domingo (UASD).
Pero, su vida universitaria no estuvo llena de jardines y flores, al contrario, tuvo que saborear tragos amargos, que tentaron más de una vez a dejar la universidad y su amor por el arte.
Barreras. Su primer obstáculo fue la oposición de sus familiares, debido a que muchos le decían que cambiara de profesión con la hipótesis de que “esa carrera no deja dinero y es para vagos”.
Asimismo, en su familia no existía una cultura de apego a los estudios para salir adelante, sino de “solo trabajar para comer”, según expresa el joven pintor.
Por otro lado, estaba el tema que debía trabajar para ayudar con los gastos del hogar, el pasaje de ir a la UASD y la compra de los materiales que requerían sus estudios.
“Mi papá tiene alquilado un negocio en el Pabellón de la Yuca del Mercado, ahí trabajaba. Es una clase de bodega donde yo vendía refrescos, galletas, jugos… y para obtener un poco más de dinero puse un puesto de empanadas y una fritura afuera del local”, confiesa.
Agrega que también “se ganaba sus pesitos cargando compras en el mismo mercado”.
No obstante, en varias ocasiones tuvo que caminar largos kilómetros a pie porque no tenía dinero para el pasaje.
Rolando estuvo a punto de morir a consecuencia de una úlcera péptica en el estómago. Recuerda que gracias a Dios y a los médicos está vivo, puesto que no había mucha esperanza de vida para él.
Otro suceso complicado fue perder su primer hijo con tan solo dos días de nacido por problemas en los pulmones.
“Fue una experiencia muy devastadora para mí. Pensé que nunca iba a poder superar esta pérdida”, expresa.
Por todos esos hechos, este joven del sector ubicado entre el patio norte del mercado y la ribera del río Isabela, expresa que sufrió una gran depresión, miedo y confusión que solo su pasión por la pintura lo ayudó a vencer tantas dificultades.
“El arte ha cambiado mi vida. Ha sido mi sostén en mis situaciones más difíciles y me ha ayudado a hacerle frente al miedo y a las críticas”, dice.
Durante varios años, fueron diversas las puertas de galerías y escuelas de arte que tocó, sin que se pudiese abrir ninguna.
Ahora, dejó de trabajar junto a su padre, está a punto de graduarse y consiguió un trabajo impartiendo clases de pintura en la Fundación Nacional de Niños por las Artes (Funanart) que dirige Ana Núñez. “No gano mucho, pero lo importante es que estoy trabajando en lo que me gusta”, afirma.
Su estilo. Rolando indica que la corriente artística que le gusta es el expresionismo, ya que a través de esta puede mostrar con más rigor sus sentimientos y emociones.
“El arte es como la música, transmites lo que sientes. Este es mi medio de comunicación. Mis pinturas son variadas; hago retratos, paisajes…”, dice el joven, quien además es muralista, escultor, grabador y escritor de versos.
Sobre las tonalidades con las que le gusta jugar en sus pinturas afirma que los colores intensos y puros como el rojo, el negro y el violeta son sus grandes aliados en esa disciplina.

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