¡Por bonita!

¡Por bonita!

Salía  de un establecimiento comercial, cuando una mulata de fuerte contextura física se me acercó y en  una actitud sorprendente me abordó con la siguiente expresión: Gracias, gracias señora, gracias a nombre del país. Su actitud me conmovió porque  era como si hubiera descubierto un milagro lo que provocó, como era natural, mi pregunta. Qué pasó, qué hice? “Es que usted fue la que prohibió el ácido del diablo”.

Me contó que una sobrina solo por ser “bonita” le dañaron la cara “una envidiosa la malogró”, usted no sabe lo que hemos sufrido y lo que sufre la gente ante algo tan devastador como ese maldito ácido”.

Un poco conturbada, no se  me ocurrió preguntarle por la sobrina, dónde ocurrió ni nada, pues la emoción, el llanto compartido solo me permitieron darle una palmadita y decirle que lo sentía mucho y agradecer el reconocimiento que me hacía.

Llegué a mi oficina con los ojos humedecidos y compartí la historia con mis compañeros de trabajo. La imagen de la mulata no se me quita de la mente como nunca se borrarán las que poseemos y que nos dieron el motivo suficiente para que junto al doctor Carlos de los Santos decidiéramos actuar ante el arma mortal conocida como ácido del diablo.

Las historias humanas narradas por las víctimas son desgarradoras, hay que ser insensibles para no actuar ante un drama como el de las víctimas.

“Esto es peor que la muerte” dice el testimonio de una señora  a la que le destruyeron la mitad de la cara.

La acción, que ha concitado la simpatía de la población, indica mucho. Por ejemplo: la acción de la Asociación de Ferreteros, la Federación de Comerciantes y otros sectores que se formaron en un comité consultivo que apoyó  la resolución que emitimos el 23 de septiembre, es una muestra de que la población está ávida de que le ayuden en la solución de los problemas que les aquejan.

Que no hay que invertir muchos recursos humanos ni económicos para hacer que las cosas sucedan, solo hay que tener la voluntad de hacerlo y escuchar las prioridades de las personas comunes.

Que no hay que hacer miles de seminarios ni trazar planes estratégicos para escuchar cómo late el corazón del pueblo; si eso se hace la gente entiende que se trabaja por ellos, como debe ser.

Después que PRO-CONSUMIDOR asumió la decisión de prohibir la venta del ácido del diablo, mucha gente  ha manifestado su apoyo a la medida.

A partir de entonces los ciudadanos denuncian los lugares donde todavía se vende el producto, el cual es decomisado por los promotores de las buenas prácticas del comercio que es como se llaman los inspectores de PRO-CONSUMIDOR.

Llama la atención la responsabilidad con que actuó el productor del “plomerito” una marca con la que se comercializaba el ácido del diablo. El señor Radhamés Ortiz Díaz asumió de inmediato sacarlo del mercado, porque entendió que su marca estaba siendo asociada a acciones criminales; él actuó con responsabilidad y apegado a la ley. Es un buen dominicano.

Los que si son malos son los que operan fabricas clandestinas, que representan un grave peligro para todos y que convocan a las autoridades a actuar para su desmantelamiento.

Otra señal alentadora es la de la comisión de Justicia del Senado que promete incluir en el nuevo código penal la criminalización del uso del mencionado ácido, sometiendo al que lo use a la misma sanción prevista  para los que cometen homicidios.

Así debe ser, al que usa el ácido del diablo debe aplicársele la pena máxima, será la mejor forma de reducir la criminalidad, ya que los criminales siempre buscarán la forma de hacer sus fechorías.

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